jueves, 30 de agosto de 2018

Delirio y fiesta Beatle


Años de música se condensan en el recital de Paul McCartney en el Estadio Único de La Plata. Todos aquellos que ya tuvieron la oportunidad de verlo en vivo re-confirman lo que alguna vez comprendieron y quienes lo ven por primera vez, finalmente entienden: uno de los íconos mundiales, raíz del rock, autor del pop –magíster, estrella, iluminado- se desploma en el escenario y rinde culto y honores a la historia de la banda de Liverpool.
La fiesta arrancó con “A Hard Days Night” y todo se encendió: la beatlemanía bailo y continuó más eléctrica con “Save Us” –la canción más conocida de su último álbum, NEW– y “Can’t Buy Me Love”. El repertorio de sus canciones nuevas lo completó con “Queenie Eye”, “New” y “Four Five Seconds”.
La luna creciente bañó la noche que se fue sumiendo en un clima de clásicos y guitarra acústica. Así sonó “Blackbird” –algo similar a un sueño- y “Here Today”, dedicada a John Lennon tras improvisar junto al público el canto típico “Oh oh oh oh oh” argentino. El lord inglés se prendió a la iniciativa, y a pesar de los saltos, cantos y bailes al final de cada canción, la elegancia la mantuvo intacta, no se cambió la camisa celeste ni se lo vio tomando agua. De no creer.
Entre agradecimientos, conversaciones en español, chistes y carisma voló la noche. El trabajo de luces se lució dándole toques psicodélicos a “Temoprary Secretary” y el ya habitual despliegue de fuegos artificiales al ritmo de “Live and Let Die” agregó luz y calor a lo que ya se creía que era el final. Pero retomó el espectáculo con “Hey Jude” haciendo cantar al público: primero los hombres, luego las mujeres. Lo mismo hizo en “Obladi Oblada”, y el estadio se sumió en un coro febril al igual que en “Let it Be”.
Al comienzo del espectáculo se percibieron algunas imperfecciones en los arreglos de los guitarristas, pero se redimieron a medida que pasaba la noche. La armónica de “Love me Do” sonó perfecta y limpia, y el baterista tuvo un rol protagónico en todo el show.
El romántico dedicó dos de sus canciones a dos mujeres de su vida. Para Nancy, su mujer actual, cantó una balada en el piano de cola, “My Valentine”. A Linda, en cambio, le dedicó una más rockera pero preservando el romance, “Maybe I´m amazed”. The Wings también estuvieron presente en “Band on the Run” –logrando ese cambio de ritmo a mitad del tema- y en “Letting Go” y “Let Me Roll It”.
El pase por los sesenta se dibujó con “The Fool On The Hill”, “Lady Madonna” y “Eleanor Rigby”. Y tras despedirse del público, reabrió la noche con “Yesterday” seguida de “Get Back”, que tocó junto a una chiquita del público. “I didn´t see that coming”, dijo cuando la elegida en el montón optó por tocar el bajo.
Las 36 canciones elegidas convirtieron la noche de La Plata en una fiesta única. Sir Paul se paseó con gracia del piano a la guitarra acústica, luego de la eléctrica al ukelele, instrumento con el que honró a George Harrison. Y le demostró a una porción de Buenos Aires que el espíritu está intacto, que el rock vive en él y que los años no importan: la música es eterna.


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