lunes, 11 de mayo de 2015

UK - día especial

Hoy es esa tarde en la que el sol descansó a lo lejos sobre el río, mientras los botes flotaban como canoas perdidas, mientras tus ojos buscaban un lugar escondido, lejos en el bosque cerca del cielo. Mientras la nostalgia quebraba lo que tus manos tocaron un año atrás, esa misma cerveza fría en el mismo lugar un año después.
Con las manos frías y un recuerdo que arde, con los ojos abiertos y la mente al alba caminan por las calles que nacieron con el rock, visitan los bares que conquistaron al jazz y bailan con la gente que quiso ser artista. Un grupo de actores, músicos y cineastas que buscan trabajo para comer y sueñan mientras preparan tragos para aquellos pocos acomodados; miran sus reflejos en los vasos y sueñan con Broadway, Scorssesse; estudian con melancolía las fotos de Pink Floyd que decoran el lugar, visten sus mejores remeras de James Dean y se peinan como Marilyn Monroe prometiéndose a sí mismos serse fieles. Mientras un manager que les quitó la dignidad que conservaban los obliga a pararse erguidos, sonreírle falsamente a los clientes y a ser agradables aunque el precio sea ser repugnantes.
Andan en bicicletas para toparse con ese mundo dentro de otro, para encontrar ahí lo que tanto buscaron en otro lado, para sentir otro olor, ver otros ojos, tocar otro color.
La música suena y les recuerda que esto es solo un sueño, que la vida real permanece lejos de esta farsa, que la cotidianidad remonta a la rutina y la rutina es la única verdad.
Sin embargo se ilusionan, dejan de lado la mirada desafiante del gerente, hacen de sus días la vida que quieren vivir, se emocionan con otros y escuchan sus historias, pues son tantos los mundos, son tantos los cuentos, son infinitas las lágrimas.
Es tan grande tu sonrisa.
Es uno de esos días que vale la pena vivir.
Cuántos cuentos habrían de enriquecerte el corazón, cuantos paisajes rozarían tu memoria, cuántas vidas habrían de entrar y salir del bar, tan ricas y una tan distinta de la otra. Cuántas personas habría todavía por conocer, extraños que dejarían de serlo. Un mexicano con un pasado triste, un gerente con el corazón roto que mira cómo  poco a poco se va desintegrando un equipo que formó con tiempo -¿es que no es todo tiempo?-, el trabajo de una vida que de repente es manipulado. Corrupción.
En silencio y con la cabeza baja se lamenta, sabiendo que ya no hay mucho por hacer. Su trabajo ahí ya terminó.
Entonces se apagan las luces, el horno no quema, a lo lejos un amplificador hace sonar un disco de blues. El fuego de las velas calienta, las maderas brillan. El lugar está vacío, la cocina en silencio. Quieta. Y lo que antes era su dueño, ahora entra para contemplarla. Cuántos recuerdos, cuántas historias, menúes, platos, comidas. El trabajo de una vida vino y se fue como quien entra y deja el bar, no sin salir distinto, no sin haber cambiado.
Son esas las cosas que aman hoy, es ese momento, esa epifanía que llega como un astro, esa luz que vino a cambiarle un poco la vida, el camino que atraviesa los parques verdes, los castillos pensados para los reyes, una ciudad con tanta historia y tanta música; lejos están del caos, lejos de los buenos aires. Pero hay un aura que las acompaña y gente que se encuentran, que le da esperanza a este universo que gira cínico y feliz. 

martes, 5 de mayo de 2015

Desde UK

Vivir a lo lejos pero vivir al fin, estar en contacto con otras cosas, castillos góticos, jardines de la realeza, cervezas eternas que jamás han de acabarse, pubs y panzas y barbas y camisas escocesas, gritos y más cerveza aún, aunque parezca mentira, aunque parezca una película. Es que nadie lo dijo, pero todo se trata de una película en realidad, una película real o una realidad hecha película, vaya uno a saber. Ver lo diferente, tocar lo diferente, abrazarlo y querer volver a besar lo que uno ya conoce. Ver que hay vida en cada esquina y risas y llantos en cada rincón, aprender que lejos de casa hay un mundo frío y feliz a su vez, comprender que de la experiencia se enriquece y de la riqueza no se vive. 
Sentir los adoquines en los pies, no sentir los pies, cansarse y agotarse y desplomarse en un jardín, sentir el viento frío que corta los labios, ver al mundo disfrazado de mentira y a la mentira lejos de sí, lejos de aquí, lejos de todo.
Escuchar conversaciones, calentarse el alma con el castellano, encomendar al cielo el sol, aprender a ser feliz con las nubes y encontrar lo celestial en la lluvia también.
Un pueblo hecho ciudad bañado de extranjeros, una casita de familia cerca del río, despertar escuchando la música que ama, las armónicas que le cantan a los árboles y ah, los parques, los parques de acá, qué lindos que son tus parques.
Hacer del viaje un libro autobiográfico, una crónica que se escribe a cada minuto, dejar un poco de sí en cada lugar, que cada lugar le aporte algo a su vida que ha de seguir llenándose de amor por la vida misma, más vida, más experiencia, conocimiento.
Y el bar que las acogió, ese donde Syd Barrett tocó cada viernes antes de convertirse en una parte de  Pink Floyd, ese donde los vinos son muchos y las historias infinitas.
Han de seguir recorriendo, han de seguir caminando por la ruta, lejos de la desolación y más bien cerca de la risa de Cambridge, ese mundo de tantos que quedan todavía por conocer.