viernes, 30 de enero de 2015

No es el mar, es el amar

Agarrá la ruta,
Yo mientras te espero en las grutas.
Esta playa donde el sol se esconde,
Las gaviotas te claman,
Y todo, todo amor
Hacia vos se escapa.

Vení conmigo al mar,
Solamente dejate amar.
Y si algo tenés para dar,
Entregalo sin culpa, porque para algo estamos acá.
Abrazame y miremos el sol,
Mientras la luna contempla el mundo
Mientras los dos juntos somos uno
Y nos sentimos tan fuertes
Que eso seguro, podríamos ir hasta Neptuno.

No es el mar, es más bien el amar.
Amá
Esa música que hacen las estrellas,
El silencio que guarda el sol,
Lo que calló el viento aquella vez,
La sonrisa de la isla, la mística del faro,
El beso de un pez.

Es tu mirada perdida,
Tu alma desnuda
En este mundo que te abruma.
Tu cuerpo que quiere tocar la luna.
Son tus ojos de mar,
Tus manos blancas,
Tu abrazo íntimo
La ola que te empapa.

Es despertar y amar este lugar,
Ser concientes de su inmensidad.
Se trata de no dejarte matar por tanto amor
Sino aprender a vivir amándolo,
Encontrando el amor en el amor mismo
Y encontrarte a vos,
Mirándome mientras juntos inventamos otro amor.

sábado, 17 de enero de 2015

La vida, ese lamento imprevisible, como el amor

Cuando uno tiene las cosas por delante, las disfruta antes de que empiecen a pasar, antes de que se prenda el botón que las hace empezar, justamente porque no existe tal botón, las cosas solamente pasan, como pasa la vida, los momentos, el tiempo, y de vuelta, las cosas, que simplemente se dan, y como se van dando de a poco o de a mucho o de la manera que sea, uno empieza a disfrutarlas desde antes. Sueña con ellas, las vive de antemano, se imagina cómo van a ser, cuántos kilómetros quedan por recorrer, a dónde llegarán cuando lleguen a destino, con qué se encontrarán allá, con qué se encontrarán a la vuelta. Pero disfruta antes de que pasen, eso seguro, porque la vida es eso: una rueda de eventos imprevisibles, de personas que han de conocerse todavía, momentos que han de vivirse todavía también, calles que los harán soñar, mares que les aliviarán las miradas y la ruta que les aliviará el alma. Porque van a lo desconocido, eso siempre. Nada nos es garantizado, solo la muerte, y ni siquiera sabemos cuándo ni cómo ha de pasar. Todos tenemos sueños, todos tenemos anhelos y todos tenemos miedos, pero cuando todos también tenemos ganas de vivir, pues las cosas siempre serán bienvenidas, sean o no las esperadas, superen o no las expectativas. Pero lo que sí ha de sorprenderte, lo que sí ha de derribarte el corazón por entero, lo que ha de partirte al medio para arrancar todavía con más fuerzas, lo que ha de despabilarte, despertarte, abrirte los ojos para obligarte a que te des cuenta de lo que tenías alrededor, para que huelas mejor, mires mejor, te muevas y vivas mejor, es el encuentro con un amor inesperado. Ese que jamás esperaste, con el que tal vez soñaste pero nunca tocaste, ese que vino desprevenido, ese que viene de lo desconocido y va a un mundo más desconocido todavía, ese que te abraza el corazón pero te destroza las ilusiones, que te devuelve vida y te saca seguridad, te da sonrisas y te robará mares de lágrimas. Porque has de sufrir con semejante amor, seguro. Ha de derribarte para no volver a levantarte. Ha de mostrarte el mundo para que luego no pueda ser tuyo. Porque no debe, porque no te pertenece, porque pertenece a otro lado, lejos de acá, lejos de tu vida, lejos de tus ojos, lejos de tus manos, lejos de tu tacto, lejos de tus palabras. Dejá de soñar con tal amor, te decís a vos mismo mientras tu cuerpo lo quiere cerca, mientras tu alma quiere su alma, mientras el deseo es más fuerte que el abatimiento. Dejá de soñar con lo imposible, te dice tu cabeza mientras tus ganas quieren lo contrario, buscan sus ojos de mar, quieren abrazar sus manos. Y entonces algo vuelve a despertarse, y que las pasiones se peleen con las razones, decís sonriendo y mirando por la ventana mientras el auto avanza a lo desconocido, mientras la vida camina y la ruta ruge y los camiones patinan por el cemento, y sonreís porque entendés que a donde sea que vaya la vida y a donde sea que vaya esta historia; cualquiera sea el final, pues valió la pena vivirlo, valió la pena la fugacidad del momento y el calor de sus ojos. Te alcanzaron para soñar, bonita, te alcanzaron para soñar.