viernes, 23 de diciembre de 2016

Navidad

El mar era todo lo que hacía falta para llenar los agujeros del alma que venían desgarrándose poco a poco y sin delicadeza por el frío del invierno, y entonces se topa con los ojos que brillan como estrellas, su piel azul, sus ojos sagrados como un cáliz, sus manos blandas y el agua blanca que vuela a través de los años encontrando lo que nunca dejó de buscar: la calma del piano que suena entre los escombros mientras la historia ruge. La música brilla con las letras que escribiría días después, porque esta paz no es habitual: it has the magic in it, como diría aquel fotógrafo beat, bisexual, perseverante en una lucha interna y eterna; la de encontrarse a sí mismo. Pero baja la mirada del sol y descubre de vuelta la razón que no es más que su vocación: la de romperse, entregarse y regalarse por entero. Vos que mirás como nadie mira, desde otro espacio, otro plano tal vez. Todo se consuma en un instante de belleza, y eso hoy le da las fuerzas para creer que el arte tiene valor en sí mismo. Que el arte los va a salvar, por lo menos el alma, como si el alma fuera poco o nada o quién sabe, quizás sea todo. Tendrías que haber venido a verme, todavía hay tiempo. No somos tan viejos como para darnos por vencidos, y si lo fuéramos, quizás así y entonces seríamos libres. Recuerdo tus lágrimas de vidrio cuando dijiste que te dolía el mundo, tus ojos derramaban sangre cortándote la piel y no podías ver que detrás del vidrio había creación, belleza. Basta de angustias, al menos por hoy. Porque la ciudad brilla con las luces que cuelgan de los árboles, las columnas de los edificios históricos disfrazadas de princesas y príncipes hacen una reverencia para recibir a la Navidad que entra triunfante, elegante, bien vestida, con la frente en alto y el corazón lleno de todo. Los villancicos se escuchan desde lejos, vienen del mundo paralelo, vienen a calmar las almas desesperadas, vienen a acariciar a las mentes agotadas de soñar. Dos copas se rozan para brindar por el regalo de estar vivos, por los momentos que vendrán. La familia, los amigos, los recuerdos y todas esas cosas que por fantásticas, seducen a la fantasía y convierten a la realidad en algo casi imposible, poco verídico. Que el luchar por nuestros sueños se convierta en el motor para seguir caminando todos los días; que tus amigas sean tu mundo; que las lágrimas que duelen y cortan como vidrios nos haga entender que sólo nos queda empezar a subir; que el amor que das todos los días sea el sentido de tu existencia; que disfrutar de las cosas pequeñas sea el secreto de la felicidad; que preservar las ganas de vivir y de andar sea lo que nos mantiene jóvenes y vivos; que soñar como un niño nos salve de la tristeza; que abrazar a la familia nos salve de la desdicha; que compartir nos salve de la miseria y que sonreír, salve a una porción de mundo.
Sonriamos más.
Abracemos más.
Amemos más.
Porque al final, el amor que dejamos es lo que va a quedar.
Porque a pesar de esa angustia que muchas veces desgarra el alma, vale la pena vivir.
Feliz Navidad.


domingo, 4 de septiembre de 2016

Descriptivo

La historia es rebuscada, se prostituyó con el tiempo, se inundó de polvo, está gris. Ya no es blanca, ya no es negra, es una especie de limbo que cuesta identificar. El origen radica en que fueron estratégicamente –o no tanto, quizás fue al azar- colocados en este Universo de mares y preguntas y misterios, y están haciendo malabares para no tropezar, caminan y se tambalean por una cuerda que juega con el abismo, una torre que escapa de un precipicio: la existencia misma. Cómo esperar que entre ellos dos no existan las inquietudes si el mundo está ocupado con cosas tanto más importantes: hambre, guerras, miseria, mundos, etcétera, etcétera, etcétera. Se olvidó de ellos. Ellos mismos se olvidaron de que las cosas deberían ser más simples, las palabras deberían ser más llanas, las caricias más directas. Vayan al punto, vamos, que las almas dejen de colisionar como los planetas que no se corresponden uno al otro. You fuck me. La sensualidad siempre existió, son una especie de imanes, dependientes de una droga que no se puede dejar. Si se ven se besan. Se conquistaron, el verano los juntó, la música los hizo bailar y con ellos giró también la luna (siempre llena), como si se hubiese dado todo por una dulce y cínica vuelta del destino. You snub me. Se dieron la espalda, se rechazaron sin razón, el miedo los paralizó, no saben por dónde caminan, mejor evitar la confusión, mejor evitar las causas perdidas (el amor es una de ellas). Si estaban bien, ¿para qué adentrarse en terrenos desconocidos? “Sólo de la experiencia nos enriquecemos” recordás, pero preferís no escucharte. Tales son las ganas de no arruinar tus domingos de soledad, tus cafés de las mañanas, tus salidas. You love me. Ahí es cuando todo recobra sentido, parecería que finalmente se dan una oportunidad, finalmente el mundo está de su lado. Los mensajes son transparentes, la intención es clara. Quieren pasar el rato, sin adornos, sin ponerle nombre alguno, sin proyectar ni pensar en un mañana. Están bien, se sienten cerca. You hate me. Todo en vano, nadie entiende nada. You show me a sensitive side. Como todos, hay momentos en los que deciden darse por vencidos, entregarse a ese precipicio, que sea lo que tenga que ser. ¿No son personas acaso? Animales con razón y sentimientos, el que está libre de pecado que tire la primera piedra. Todos han de sentir, de caer bajo las trampas de la vida, de reconocerse débiles y simplemente llorar, abrirse al otro, encontrarse y resguardarse en el abrazo del viento, que a pesar de todo, les dice que un Ser Superior está con ellos acompañándolos en vela. Then you turn into a total asshole. Ese costado digno de un análisis profundo, de una terapia exhaustiva, botellas de vino tinto tiradas en las bocacalles de Buenos Aires la triste, todas echadas a perder, pues tratar de comprender sus actitudes es como esperar que llueva agua y que no se moje la tierra; si se lo mira bien parece incluso un pájaro asustado, cobarde, un tipo que se reconoce incapaz de hablar por sí mismo o por cualquier otro. Que sucumban las tierras si se anima a decir la verdad, esa que todos temen escuchar. Porque es la verdad lo único que los puede salvar de la tragedia contra la que tanto pelean. Is this a pretty acurate description of our relationship*.

*Cita de Fight Club.

domingo, 10 de julio de 2016

Andar

Cuando nos conocimos no había expectativas, no había esperanza, no había ilusiones ni amor ni cariño ni recuerdos ni abrazos ni una botella de vino vacía. Cuando nos conocimos no había noches en común, no había playa compartida, no había besos. No había riesgos ni algo que perder. Solo había vida por vivir ahí esperándonos, había lunas, noches, un verano por delante esperando ser vivido, bailado. Pero los días pasaron, se convirtieron en un pedazo de nuestras vidas y como todo, lo poco que había se corrompió. Bien por mí, bien por vos, porque empiezo a creer que en esta vida todo tiene un fin y me acostumbré a la idea, tanto que ya no me molesta o aunque sea poco duele. Poco, lo suficiente como para seguir viviendo como si nada, en pedacitos de piedra nos hemos convertido. Si es que todo hubiera terminado ahí, donde debía terminar. Pero uno quiere entender lo que el corazón ni siquiera entiende, y me quisiste explicar cosas que yo bien sabía, solo para entenderte mejor a vos mismo. Nadie nos obliga a amar, a estudiar, a trabajar, a actuar correctamente, a vivir con conciencia. Nadie nos obliga a ser fieles, honestos, generosos, buenos, amables, gentiles. Podés ser muchas cosas, a mí especialmente me gusta cuando cantás o cuando dormís. Cuando manejás por el campo y el sol te pega en las manos, mientras fumás y me sonreís, porque la ruta te hizo acordar que estaba al lado tuyo. Pero no es digno no saber a dónde ir o qué decir. Probablemente cuando nos demos cuenta de esas cosas, se habrán ido los años.
Compañero, amigo fiel, hermano, desconocido, durmiente: despertá, esta es la vida. ¿La luz en el fondo del túnel? No sé siquiera si existe, tal vez haya solo mierda al final del camino. Pero somos libres hoy de decidir y vivir de acuerdo a nuestros sueños, anhelos, equivocaciones; tantos caminos errados debemos de agarrar. Porque no hay expectativas. Solo nos conocemos, solo estamos vos y yo, solo sos vos y tu verdad, vos y vos mismo. Punto final. Nadie que nos juzgue, ni siquiera yo ni siquiera ellos. Nadie que te critique, nadie que te desprecie.
Es insólito que con tanta seguridad me expliques cómo me ilusioné con algo –solo me ilusioné con mundos paralelos, solo viví- cuando sos vos quien reanima con sus palabras una historia. Yo solo fui amable a través de las estrellas, ingenua con el sol, espontánea con la música. Al menos mis ganas no se quedaron apretadas contra el sillón que nos hizo eternos, al menos no uso máscaras ni me escapo del mundo, a no ser que se trate del fantástico, entonces nos ponemos las alas y vamos todos allá.


Salí a vivir sin ellos, sin mí: hay una ruta que te espera, una vida que te clama, un árbol que te sueña, algún amor lejano que te querrá. Mientras tanto, cada uno es lo que cada uno tiene. El piano seguirá sonando adentro nuestro, pero para hacerlo sonar hay que andar, andar con ganas, con pasión, con razones, aunque las razones sean las meras –y ya prostituidas, gastadas, agobiadas pero sinceras- ganas de andar. 

lunes, 27 de junio de 2016

Patio

“Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque-la-aman, yo creo que es al revés”, Rayuela -Julio Cortázar.

La lluvia entra en mi piel como entra el café, el frío, tus ojos. Que no me digan que me tengo que conformar con lo mundano si pertenecemos a otra tierra. Cuál es el origen de semejante ritmo mientras el amor nos hace. Cuál es la intención de tus manos que quieren tocarme, cuál es la historia que nos inventó, los pájaros que decidieron volar el día que optaste por la verdad. Cuál es el fin de todo este absurdo. Cuál es el aire que te respira, cuál es el basural que junta todas las palabras que no nos dijimos, cuáles son las vías de tren que esconden todas tus miradas. Cuál es el jardín con los poemas que no me escribiste, cuál el cielo que nos espió. Cuál es el sentido de aclamar aullar suspirar rogar –plegaria, oh plegaria, oh plegaria plegaria- por un mundo sin injurias, calumnias, injusticias como la de existir y que no vivamos juntos. Sin que se encierre a los que piensan diferente y los humille y los convierta en ejemplos para la historia, ejemplos de lo que no se debe ser. Cuáles son tus razones, tus encantos, tus vueltas. Somos niños inmaduros que no saben lo que es el amor, somos idiotas que buscan algo que no existe, somos gente que no sabe lo que quiere pero no para de buscar lo que piensa que es mejor –o peor, ya ni sé-, somos adictos a sustancias imaginarias que nos hicieron creer que eran reales, somos ambiciosos con los sueños, somos aves que vuelan sobre los océanos queriendo ver lo que hay debajo de ellos, somos árboles que no se mueven cuando hay tornados, somos Allen Ginsberg tratando de ser heterosexual y Neal Cassady tratando de tener un amorío con Ginsberg mientras extraña el sexo en Denver, somos más que los humanos menos que los perros, somos almas desesperadas con sed de vida, dispuestos a dejar lo que amamos por algunas inmundicias, y eso lo digo sin dignidad. Somos el violín en una noche sin estrellas, el beso que me diste y quedó pegado en mi piel para siempre. Somos nada. Si la nada no es la nada misma. Somos el mundo que se desploma ante los ojos del resto, dos astros chocándose entre sí, el todo convirtiéndose en polvo, un pedazo de luz, un poema.

Bailan, bailan todos menos vos. Baila la gente que se cree feliz, bailan tus manos aunque saben que me perdieron, baila todo, bailan los pobres, los drogadictos, las monjas, los corruptos, los presos, los políticos, los viejos, los moribundos, enfermos, sanos, niños, mentirosos, jardineros, árbol y cárcel. Somos ese rayo que sigue esperando para partirnos al medio, a los dos, para dejarnos estaqueados en la mitad de algún patio. Pero lo que yo no sé es que vos siempre fuiste ese patio enorme, gris, vacío, sin plantas, sin nada, sin rastros de mí.

Ruge la noche y el éxtasis de estar vivo, caminan los animales en la noche del desierto, las calles de la ciudad se preguntan qué pasó con la historia, en qué tumba duermen los abrazos, adónde fue la compasión, cuándo la miseria le ganó a la paz, cuándo las ganas murieron desangradas peleando contra el miedo.

domingo, 5 de junio de 2016

Vivir el absurdo

“Todo era para reírse. O bien todo era una gran risa y a eso le llamaban historia”,
Rayuela, Julio Cortázar

Me despierto un martes, toso un poco, camino en medias hasta el baño, me empapo la cara, me seco con la toalla y me miro al espejo. Cómo llegué hasta acá, en qué momento pasó la vida, cómo es que la vida sigue pasando en contra de mi reloj, en contra de tus tiempos, en contra de los bebés que nacen, de las estrellas que se apagan, de los viejos que mueren, de la vida que como una tragedia se pasea por las vías del tren, jugando con la muerte todo el tiempo, riéndose de los débiles, haciéndonos acordar que todo esto es un absurdo. Que la gente sufre, se enferma, tiene hambre. Tienen al amor de su vida en frente pero no pueden estar con él. Tienen todo para ser feliz y se lamentan, lloran. Tienen salud, pero el corazón lo tienen roto. Tienen un mundo esperándolos queriendo ser recorrido: océanos donde nadar, especies para admirar; quieren sumergirse en cien ciudades, leer libros, ver películas que les pueden llegar a explicar –o al menos los van a acercar- al sentido de todo esto. O es bien todo una gran risa, por no llamarlo miseria. Crímenes pasionales, ciudades inundadas, campos, kilómetros de verde y tu alma esperando ser amada. La vida: un árbol en medio de un desierto. ¿Será eso? ¿Será eso, todo eso que pasa mientras dormimos, mientras soñamos? Tal vez son los sueños que soñamos… tal vez… ¿estará ahí escondida la verdad? ¿En la atmósfera, en lo más profundo del mar? ¿Adentro de eso que creemos son nuestros corazones? Aprender a vivir porque nadie sabe vivir, mirarme de vuelta en el espejo y preguntarme quién soy, qué son las cosas que me hacen sonreír, cómo crecí, en qué creo, en quién creo. Tantas ciencias, tantos estudios, tantas encuestas, tanta política para que al final se siga remitiendo todo a este punto infinito que jamás podremos alcanzar. La semilla, lo que nos engendra, lo que nos mueve, lo que mueve tus manos, tu incoherencia, tu pesar. ¡Qué patético sos, cómo dibujar tu personalidad ridícula, cómo poner en palabras tus gestos turbios, tus actitudes que van en contra de tus deseos, tus deseos que se contradicen con tus principios! ¡Es que no tenés principios! Evidente la falta de caballerosidad: nada peor que un tipo o una tipa sin principios. Hasta los ladrones y corruptos tienen sus propios ideales. ¿Pero (perdón por tanta pregunta sin respuesta) realmente creemos que esto sería interesante si todas estas preguntas tuvieran una respuesta? Si en el libro santo estuviera la receta escrita, la fórmula de la felicidad, la Sabiduría con nombre y apellido, el porqué de la vida, el famoso sentido o el Gran Absurdo, entonces nadie querría vivir, porque lo mismo daría estar muerto. Por eso seguimos buscando, me sigo despertando todos los días creyendo que sé un poco más de todo pero entendiendo cada vez menos. Porque mientras todo esto siga girando, mientras te escuches y por lo menos algo te prenda fuego, mientras ese fuego te queme el alma –ya sea el del amor, el de tus desesperadas ganas de andar- seguiremos viviendo, seguiremos buscando, sorprendiéndonos de las mil maravillas, asombrados por la belleza de un pájaro que vuela sobre el mar, escribiendo, cantando, pintando, escuchando la música que toca el mundo y riéndonos de la historia que nos envuelve para no llorar. 

domingo, 8 de mayo de 2016

Noches luminosas

Cómo expresar lo inexpresable, cómo comprender que simplemente hay momentos luminosos, que provienen de otro lado, de otro mundo, que responden a otras leyes –o la falta de ellas. Ver cómo se disuelve de repente el mundo, en un instante, cuando comprendemos que hay cosas que la lógica no ve, que el corazón tiene razones que la cabeza no entiende, que el amor, como así decidieron llamarlo, es mucho más que las palabras, que las imágenes, situaciones, emociones. O es eso y mucho más, es eso y es todo el resto, es la canción de Titanic que revuelve las entrañas, es la última frase de cada película de amor, son las palabras que proclama Fitzgerald en Gatsby, es la rendición a todo, creer que este mundo no es lo suficientemente fuerte como para bancarse una historia semejante. Por eso los barcos se hunden, por eso Romeo y Julieta es una tragedia, por eso los terceros aparecen, por eso la gente impone leyes ridículas, la vida molesta con las diferencias que nos separan, con océanos que hacen las distancias enormes, las edades que rompen con todo, caprichos del destino, trabas insoportables, sinsentidos, atrocidades, frialdades, muerte, infidelidad, enfermedad, ruptura, traición, de vuelta el dolor y esas cosas. Por eso me agarraste la mano y me dijiste “Que el mundo espere, hoy nos toca a nosotros”. Y así fue. Por una noche los autos dejaron de andar, los semáforos dejaron de funcionar, la gente durmió, las estrellas brillaron pero el mundo se quedó quieto. Los animales deambulaban a oscuras, los bares cerraron, el viento movió los árboles y vos me hiciste mover a mí y con un beso me enseñaste que hay algo más allá de todo, que las cosas no se remiten a lo que uno ve o entiende. Que podemos hacer nuestro lo que es nuestro, que la noche ilumina la ciudad y se puede encontrar la felicidad en un bar oculto que esconde esas historias que jamás podrán ser ni nunca podrían haber sido. Que las flores son más lindas para los ciegos porque aprehenden el olor, la textura, la suavidad, la misma con la que paseamos esa noche, cuando las sábanas se movieron al ritmo de la luna, que cantó, sonrió y se sonrojó. Son esas vueltas del destino, es la vida diciéndonos que la felicidad es esto y nada más, que dejemos de buscar el amor porque el amor nos va a encontrar a nosotros, así como la música encuentra el alma y el alma encuentra la luz. Paz mental y entender que estamos completos. Y por último, la mirada. Sentir que los astros se expanden, que el universo me abraza, que los pájaros vuelan todos juntos hasta el fin del mundo mientras el sol se esconde en el mar en una playa infinita, que los dos seamos uno con el rayo de luna que nos encandila, que los sirvientes del destino –o los amos, vaya uno a saber- rían viéndonos, entendiendo que todo se dio como se tenía que dar. Que el romance y esas cosas absurdas se rindan a nuestros pies, porque nada se asemeja a la realidad que juega con ser fantasía. Sentir más, viajar más, amar más, ver más allá. Porque las estrellas no son meramente estrellas. Son haces de luz, milagros de los sueños. Los campos son verdes porque la paz es de color verde y el mar es azul, transparente como tus ojos, como la verdad. Porque la traición, la infidelidad, la muerte, el dolor y esas cosas se rinden frente a la lucha eterna, donde los enamorados pelean con besos y se defienden con amor. Se trata de esas noches luminosas, eternas, que todas juntas, puestas una al lado de la otra y una encima de la otra y una atrás de otra, forman eso que nos gusta llamar magia. Pero a diferencia de lo que pensamos, nada de eso es imposible. Solo hace falta abrir el alma y darse por vencido.

jueves, 28 de abril de 2016

Escenas de Buenos Aires

Buenos Aires. Departamento, piso 5. Sábanas blancas. 3 am. Suena la música del living, todo el resto calla. La ciudad está quieta.

La ventana está abierta, entra aire frío, vuela la cortina con el viento. Ellos dos, acostados en la cama: él la abraza. Ella le da la espalda pero sonríe. Escuchan la música que sigue sonando desde el living. Todo es blanco. Las estrellas no brillan, pero alguna que otra se puede ver. Son los únicos seres vivos en la ciudad. O al menos despiertos. Buenos Aires duerme afuera, espera que pase eso que tiene que pasar. Buenos Aires la bella, Buenos Aires la suave, la romántica. Abraza a los viajeros que nunca llegaron y duerme con los amantes que viven ahí. Las luces de los departamentos de afuera se prenden y se apagan. Algún que otro pájaro azul se posa en la ventana y sigue vuelo. Ella con los ojos hipnotizados en el paisaje de afuera absorbe la música y el viento. Él la sigue abrazando y la busca para sentirla. De vez en cuando también mira el horizonte que no existe, tapado por tanto edificio y cielo. Por momentos son uno, por momentos son dos, por momentos son tres con el pájaro, por otros son cien con las estrellas, ciento uno con la música, ciento dos con la cortina que baila.

Ella suspira aliviada. Él cierra los ojos y se apoya en su cuello. Sus manos rozan las de ella. Sueña con todo fervor y todas sus fuerzas y sus ganas que este momento sea eterno. O al menos que dure un poco más. Trata de no pensar en que la noche en algún momento va a terminar, que el sol se va asomar y que el momento luminoso va a terminar. Caducar. Pero la escena sigue, nadie dice nada. Pasa un tiempo. Ella se da vuelta y lo mira a los ojos, sonríen. Ella le acaricia el pelo. Él le da un beso y la trae contra su cuerpo. Duermen así, de forma plácida, como los animales del campo. Se apagan como la leña que ya no quema.

Próxima escena.

Ella despierta primero, como siempre. Se viste rápido con la remera que encuentra tirada en el piso, hace ruido pero él no despierta. Se acomoda el pelo en el baño y lo espera a los pies de la cama. Ahora la cortina está quieta y por la ventana entra un rayo de sol que empieza a calentar. Se escucha algún que otro grito de niño, alguna risa, algún llanto a lo lejos. Guarda las manos en sus bolsillos del jean y siente el sol en su cara. La nutre. Él despierta y la contempla, ve cómo el sol entra en el cuarto con espesor, con partículas que vuelan por el mundo, con objetos que brillan y la hacen brillar a ella. Momento efímero, se congela la imagen. El espectador piensa que se tildó la película. Y de repente sigue, como sigue la vida y todo lo que pasa.

Próxima escena.

Café de Buenos Aires. Deambulan por la ciudad, tratan de ser felices, se arrastran, ríen, se rodean de flores y de árboles y viajan por las calles que los raptaron, que los hicieron suyos. De vez en cuando recuerdan esa mañana cuando el sol la iluminó, cuando la cortina finalmente estuvo quieta. De vez en cuando frenan y se encuentran en esa noche sin luna, cuando el pájaro los visitó y con él el viento. Cuando Buenos Aires murió y resucitó con más fuerza. De vez en cuando recuerdan, comprenden y se apagan por un rato, como la leña. Para nunca volver a ser, para perderse y nunca comprender. Es el dolor y esas cosas.

“These violent delights have violent ends 
And in their triumph die, like fire and powder,
Which, as they kiss, consume”, Romeo and Juliet. 

viernes, 22 de abril de 2016

Aprender a vivir

Padres en las plazas con sus hijos, los hijos se hamacan, juegan, corren, disfrutan, viven. Los padres en las plazas con los celulares, hipnotizados en una realidad virtual, distraídos. Los hijos sienten el aire fresco en la cara, ven el verde de los árboles, tocan a los perros que pasan, se caen y se levantan y se vuelven a caer; tienen frío porque el invierno se asoma y el sol no calienta lo suficiente, pero están demasiado ocupados como para quejarse y siguen por ahí, dando vueltas, camina niño, juega, para esto fuiste pensado, vuelve a tu esencia que hasta ahora nunca has abandonado, no crezcas, permanece así, inocente, bueno, embárrate. Los padres en las plazas permanecen con los celulares, dormidos. Y la gente pasa por la calle, pensando en qué pasó con la reunión laboral que se pospuso para mañana, pensando en qué dirán los abogados, otros prohibiéndose de salir con sus amigos porque tienen que llegar a su casa y ver un par de cosas del trabajo, porque al día siguiente tienen que madrugar y volver a subirse al colectivo; el hombre tiene hambre porque hoy no tuvo tiempo de almorzar, qué voy a comer ahora piensa, pero está demasiado cansado como para ponerse a cocinar. La madre se pregunta si sus hijos ya habrán hecho los deberes, si ya se habrán bañado, si se habrán ido a dormir o estarán despiertos por ahí. Otros duermen en los subtes, en los trenes, en los colectivos. Otros están más cansados pero ponen su cerebro en automático y van, elaborando teorías, respondiendo órdenes, caminando por la calle mirando el piso, tratando de sobrevivir a la barbarie sin darse cuenta de que no viven y por eso siguen, de reunión en reunión, convenciéndose de que esta es la vida que fueron destinados a llevar, salteándose almuerzos, haciéndose problemas donde no los hay, recriminando y reprochándole atención a los que más quieren, muchos ven siempre el vaso medio vacío; van a un restorán, el mozo les trae la comida y ellos están tan ensimismados en una conversación –personal o telefónica- que no dicen ni gracias, no registran al de al lado, te dormiste, te convertiste en tu propio esclavo, no vivís: rodás. No caminás: corrés. No pensás: actuás. Agarra el vaso con coca y no le siente el gusto, el de al lado percibe que perdió sus sentidos: sus dedos ya no sienten el frío, sus ojos cesaron de ver, pues se lleva puesta a la gente mientras deambula por la calle, no escucha el viento o las hojas o los pájaros o los secretos que andan contando los duendes que se posan en los semáforos, o los cantos de los avestruces, o el tambor de las esquinas que suena y no para de sonar. Ya despiértate nena. La vida es más bella que esto, es un sueño en 3D, la composición perfecta entre diseño, imágen, sonido y movimiento. De gente que existe.

Los políticos envenenan la sangre, el reclamo de impunidad agota, los cortes en las calles desesperan, los gritos, el cansancio general, la asfixia, el ruido, el polvo, las arrugas, ya es mucho, ya es mucho y es todo.

Basta.

Más contemplación, ruega tu alma. Frenar a ver los detalles, sentir el aire de otoño que entra por la ventana del colectivo, guardar el teléfono y abrir un libro, limitarse a ver los árboles y las hojas caer, conectarse: darle la mano a tu hija que patina por el tobogán, ser atento con el resto y por sobre todas las cosas, educado. Tener la típica conversación con el portero o el kiosquero o el tipo del bar. Tomar un café despacio, ojear el diario, disfrutar de la tostada. Cerrá los ojos y absorvé el rayo de sol que nutre. Hacerse tiempo para ver a los amigos, tirarse en la cama con sus hermanos y callar, ver una película que enriquezca. Ver el mundo: nada más lindo que las personas, que la gente porteña, cada uno con su locura, su excentricidad, eso que los hace tan únicos. Sus formas de caminar, de vestir, de hablar, de fumar. Saludar al colectivero, deleitarse con las quejas de cada argentino, almorzar como se debe. Reclamar menos, esperar nada del otro y entregar un poco más. Dedicar una parte del día a respirar y aprehender las cosas esenciales. Vivir y dejar vivir. Amar y dejarse amar. Agradecer la vida y brindar en un bar con cerveza y etcétera.

domingo, 17 de abril de 2016

Un café lejos de casa

“You see, Lainie, this is all we need, couple of smokes, a cup of coffee and a little bit of conversation. You and me and five bucks”, Reality Bites.

Ese café donde nos encontramos a medianoche todas las noches, ebrios de ganas. Ganas de nosotros, de seguir viéndonos, abrazándonos con la luna que sigue ahí a pesar de que lluevan peces en las calles de París –tenía que ser París- pero cambiemos París por Praga, en cuyas calles solía soñar Kafka, pensando en el próximo cuento, viendo historias donde fuera que posara la vista, entendiendo que la vida no es más que eso, dejarse caminar, dejarse sorprender, ver cómo los turistas –vos, yo- llevan una vida lejos de casa y con ello, armar historias. Es tan sensible que se emociona con un viejo tomando un helado, con un poeta que toca una flor, con un niño que corre, se cae, se sacude el pantalón y sigue corriendo; con una enfermera que pasea junto a una anciana, con el reflejo del sol que hace brillar a las mesitas del bar que se delata por la música que suena, con el atardecer que se asoma y con él, la noche, las estrellas; con los perros que deambulan por la calle y se sientan en las esquinas para ver a la gente pasar; con las mujeres que pasan con sus polleras cortas, con los hombres que pasan con sus botas en punta, con la gente alta, baja, gorda, flaca, sobria, con sombreros y tapados, sus cigarros, sus anteojos, sus libros, sus destinos, en fin, las cosas lindas de la vida. AH, ES TODO TAN EMOCIONANTE. Y nos encuentra a nosotros queriendo descubrir gente nueva, amigos nuevos, comidas nuevas, cervezas nuevas. Fantaseamos con quedarnos acá para siempre, con juntarnos en este café cada medianoche después de haber recorrido cada recóndito rincón, oculto para los ojos de cualquiera pero que sin embargo a nosotros se nos presta y se entrega de manera absoluta para que lo visitemos, para que salgan a la luz nuestros deseos más profundos, para que finalmente veamos la ruta que nos lleva al momento que estamos viviendo: todo fue pensado para que hoy estuviéramos acá, rodeados de aires nuevos, lenguajes nuevos, pájaros, mares, lunas, cafés.

Invertir en salud mental. Olvidarse por un segundo del trabajo, de las relaciones insoportablemente humanas, tan humanas que a veces destruyen. Asemejarnos un poco más a las aves o los elefantes que no piensan sino que viven, se deleitan con los momentos simples y entienden que de eso está hecha la historia. Vaya uno a saber qué tienen los viajes que lo vuelven a uno más auténtico. Quizás se trata de alejarse del lugar que a uno lo formó, lo educó y lo hizo ser quien es hoy, alejarse también de las personas que lo rodean a diario –aunque ciertamente sean lo más bello e importante que tengan- y volver a elegir uno cómo quiere vivir. Despegarse un poco de la rutina y ver todo desde otra perspectiva. Sentir más, querer saber, querer encontrar, nutrirse de lo diferente, ganar experiencia, ganar tiempo con vos, encontrarnos en un café lejos de esta ciudad, lejos de este mundo. Un café propio de otra realidad donde se consuman otros hábitos, donde se llevan a cabo otras costumbres, abrirse a ese mundo nuevo, dejar de lado los prejuicios que encarnamos, que se volvieron parte de nuestra piel. Encontrarte acá, leer juntos, amarnos, tomar un whiskey que nos caliente del frío, sentir vértigo y paz simultáneamente, escuchar la guitarra del viejo que vino a cantar acompañado de una armónica, mirarte y que me mires y que nada exista, solo este momento en el que no conocemos la vuelta a casa, nada importa, ni siquiera qué pasará mañana, dónde dormiremos hoy. Solo ser ahora, juntos, con el café, tus manos, la guitarra, el fuego, el atardecer que se ve desde la ventana y nada más.

miércoles, 6 de abril de 2016

Embrace the suck

The term would be used when an individual or a group must complete a task that is pointless, tiring, and/or lame.

NCO: Hey gather up, we need to mow the grass before we are released today.
Soldier: That's bullshit, we had all day to do that.
NCO: Well then just embrace the suck and get it done.

The denial of something simply extends its presence. So even though “the suck” sucks, the prolonging of it makes it even suckier. For longer. If you don’t square up and face your career discontent, you'll just prolong the agony.

Embrace the suck. Abrazar la desgracia, aquello que molesta, lo más terrible, la tortura, lo que tocó. Aceptarlo, procesarlo, aprender a vivir con ello. Entender que no queda otra escapatoria que el destino que hoy nos toca vivir. Darle la bienvenida a lo que llega, resignarse, darse por vencido, reconocer la derrota, reconocernos derrotados. Aceptar las cadenas que nos envuelven, resignarse a la celda que nos encierra, respirar el barro que nos rodea, ofrecer la otra mejilla, curar las heridas, amortiguar el golpe. Dejar de buscar agua en un desierto, dejar de correr, caminar, frenar, arrodillarse, y finalmente, dejarse caer.

O no. O aceptar la derrota y seguir adelante. Comprender que más bajo que esto no se puede llegar, y empezar de nuevo. Entender que cuando no se tiene nada, no hay nada que perder. Bajar el corazón, levantar la cabeza y caminar. Abrazar la debilidad que nos define y convertirla en fuerza, poder, vida. Ver las razones que quedan para vivir, esforzarse y creer que se puede. Decir de una vez por todas lo que sentimos y asumir que de la muerte nadie se salva, que cada uno tiene su debilidad. Levantarse, cambiar, caminar.

Pero no ustedes. No el desfile de corruptos que hoy se pasean frente a la justicia del país, una justicia que finalmente decidió abrir los ojos, usar la vara de la Constitución y el Código para juzgarlos, declararlos ladrones, violentos, narcotraficantes, traidores para con la Patria, culpables. Qué alivio verlos imputados, ustedes que pensaron que el poder era para siempre, que la plata iba a poder más que la verdad; que la impunidad iba a ser eterna, que el pueblo iba a estar para siempre dormido, que las cosas se iban a hacer siempre de acuerdo a lo que ustedes quisieran y desearan; que los millones de dólares y el whiskey los iban a poder disfrutar eternamente. ¿Qué hacer ahora con esa plata, qué sentido tienen todos esos billetes robados, contados, pesados, alabados por ustedes, los fanáticos y adictos del poder que literalmente se excitan con la plata? Ya no me pregunto con qué cara se miran al espejo o salen a la calle. Pero sí me pregunto si comprenden ahora, cuando los aguarda lo peor, la cárcel, la derrota y la vergüenza, me pregunto si comprenden la gravedad del asunto, lo perdidos y solos que están, la vida diferente que podrían haber llevado. Me pregunto si se arrepienten, si entienden que podrían haber hecho todo diferente, mejor. O por lo menos no tan mal.


Poco importa ahora, porque lo hecho hecho está. Yo me preocuparía por salvar el alma porque el cuerpo cumplirá una condena. Esto no es sed de venganza, es sed de justicia. Embrace the suck entonces, porque otra no queda.

domingo, 20 de marzo de 2016

R.Stones

La pregunta no es qué decir de los Stones, porque todos dijeron, hablaron, criticaron, elogiaron, proyectaron en libros, en documentales, en películas, diarios y revistas; la cuestión –más pertinente que la anterior- es qué no se dijo. Quién quiere seguir leyendo palabras cuando alcanza y sobra o mejor dicho nunca alcanzará, con escucharlos a ellos. Verlos en un escenario es volver a confirmar lo que todos ya saben: que son un ícono de la música, la imagen viva del rock, un modelo mundial, universal. La evidencia de que por más fama e historia que haya detrás, la sobredosis no es el único escape. Que los artistas pasan pero la música permanece, las historias y mujeres van pero las melodías quedan. Que no hay que dejar de rodar a los setenta años aunque la plata sobre y la fama abunde, porque de eso no se trata. Se trata, en cambio, de vivir (o sobrevivir), y la única forma de hacerlo, en este caso, es haciendo música. “The older you are, the better you get”, dijo Dylan. Y como recita el clásico, siguen lejos de casa, sin dirección, sin saber quiénes son, buscando canciones y dejando que las canciones los encuentren a ellos.

Ruedan entonces ellos también a la Plata, no sin la manía por cuidar un auto al que se le permiten cosas, excepto, básicamente, todo. Pero nada es en vano porque el tiempo no escasea y las cervezas no faltan, las ganas de disfrutar están siempre atadas a buenas amistades, buenos momentos, y en este caso, una tarde que quedará para el recuerdo. Porque al final son lo único que quedarán.

Crónicas y lunas eternas, lujos que brinda el laburo de una productora, producto, a su vez, de un trabajo arduo pero disfrutable. De qué sirve trabajar para vivir si no se vive disfrutando, de qué sirve todo si no se vive mientras se hace. No todos tienen la posibilidad de estar en el trabajo de sus sueños o complacerse y deleitarse de lo que uno hace, pero no se puede vivir del aire. Partir de la base entonces que de algo hay que trabajar y que no por ello hay que dejar de vivir. Se trata de encontrar la magia en la vida de todos los días, la alegría imposible que se esconde detrás de una canción, las lágrimas que brotan de un encuentro en familia, porque la vida, simple como es, se resume en un viaje en ruta. A La Plata, a Boedo, a Uruguay, al sol, a la esquina, a la nada, a la playa, a las capitales o a los sueños -el inconciente-, donde sea la vez que tenga que ser. Pero gozar el viaje, gozar.

Los viejos hábitos difícilmente mueren o no mueren en absoluto. Por eso, escribir aunque sea unas líneas de un día que queda para el recuerdo hace falta. No porque así lo quiera, sino porque quedarían abiertos los cuentos, inconclusas las historias, las estrellas no habrían así de apagarse. Y la vida lo requiere. Porque el resto de los astros han de seguir brillando. Como brilla el fuego en el cigarrillo de Keith, como baila el rostro pálido de Watts –hoy a través de todos los años, por el resto de la eternidad-, como ruge la guitarra de Ronnie y corre, corre Jagger, atravesando siglos, atravesando las leyes de la física, rompiendo los límites de la biología. Y lo mira, lo observa en la noche de calor, corriendo por los pasillos, desparramándose por el escenario, transpirando, volcando frases, la voz intacta… y empieza a notar algo diferente en sus piernas, en su manera de moverse, filtrando rock por cada poro de su cuerpo y entiende, entonces, que no se trata de una figura humana. Es un caballo, son muchos caballos que corren a la par del sol, veloces, sublimes, voraces, salvajes.

martes, 9 de febrero de 2016

Despertar

Quién sabe si la culpa la tienen las películas que vieron, los libros que leyeron. Tal vez se debe a las noches eternas -un segundo interminable-, esas donde las estrellas son su custodia, la luna la abraza y se consuman los benditos (y malditos) pensamientos. Tal vez la culpa la tienen esas tardes donde el viento vuela y con él tantas cosas más, pues todo lo arrastra. Los sueños corren entonces tras ella, vienen en montón, uno tras otro se instalan sin pudor, se acumulan sin saber que son nada menos que la perdición, sin medir previamente las consecuencias y la desilusión.

Seguramente se trate de todo eso, porque a la hora de enfrentarse con la realidad todo es diferente, crudo, cínico. Cruel. Hay momentos que duran segundos que son instantes de luz, destellos que pasan rápido, pero pasan, existen, son verdaderos. Son esos momentos donde algo trasciende, de alguna manera comprende que hay algo más allá, que hay vida en todos lados, al menos ahora, en este momento, donde solo se es feliz y nada más. Como cuando un beso real no es más que un beso: cesan entonces los pensamientos, cesa el mundo de girar, cesan tus ojos de mirar, porque todo se reduce a ese beso, a ese tacto y nada más importa porque nada más vive, nada más existe. O como cuando hipnotizado miraste el mar, viste cómo una gaviota se posó sobre el agua y se empapó para seguir vuelo, mientras la música sonaba dentro tuyo, mientras pensabas que no podías ser feliz de otra manera, no; solo bastó con contemplar el ave y por un segundo aprehender el mundo en ese instante. El famoso sentido, el famoso por qué, la insoportable cuestión existencialista que nos revuelve las sienes y nos deja arrastrándonos y vagando por ahí. Llega el lunes, llega la rutina, llega la vida, llegan los preceptos, las elecciones que no hicimos, la vida que nos vive a nosotros, el mundo. Y el arte (una película, ese libro citado, una canción –una canción) nos despierta de la barbarie, nos deshipnotiza, nos conecta con el mundo de al lado y con un balde de agua helada nos muestra el universo que nos estamos perdiendo, los mandatos estúpidos que estamos siguiendo y sirviendo como esclavos. Y nos vuelve a sumergir en esa tarde de la gaviota, en ese beso, en esa noche bañada de astros, en el humo de tu cigarrillo, mi sonrisa, tus ojos, tus manos; y el contraste duele y el golpe es fuerte y sufrimos. Pero al menos somos conscientes de todo ello y vivimos. 

viernes, 8 de enero de 2016

Sucesos

Estoy mareada. Hay algo que me viene perturbando hace días -no, meses, años, pero que se hace más fuerte y cobra cada vez más importancia con el paso de los días. Todo lo que alguna vez di por sentado, todo aquello que jamás refuté porque hacerlo habría sido inútil, idiota, pues solo un loco dudaría de la ley de gravedad, de la forma redonda de la Tierra, del Universo y todas sus leyes. Lo que es, es. Eso me enseñaron a aceptar, y yo siempre lo hice con naturalidad. Uno abre los ojos una mañana y si tiene suerte, ve el mar, el sol, un jardín, la ciudad que lo envuelve, el interior de una casa, de un departamento, cualquiera que sea la realidad que lo rodea. Y bienvenida sea esa realidad, porque es lo que a uno le tocó vivir, y si está en sus planes cambiarlo y puede lograrlo, de pie me pongo entonces y lo aplaudo, pues nada más satisfactorio que la realización de los sueños mientras los sueños sean realizables. Ahora, lo que me concierna: ¿qué es realizable y qué no? Si yo una mañana me despierto fuera de mí, o dentro de otra cosa que creía que era yo, dudando de todo lo que algún día creí, de lo que soy; no es inquietante ni desesperante ni nada de eso. Es enriquecedor, es sentirse en un mundo nuevo gobernado por algo trascendental. Qué difícil ponerlo en palabras, aún amando las palabras y dicha sensación. Un mundo donde todo es posible y las conexiones telepáticas suceden constantemente, abundan, donde lo que llamamos con descaro "casualidades" no son menos que planes hechos por duendes que manejan las vueltas del destino a gusto de un Ser Superior. Duendes, ángeles, unicornios, cualesquiera sean dichas criaturas. Ah, magníficas criaturas. Donde todo lo que tomamos como "real" se ríe a nuestras espaldas, en nuestras caras, advirtiéndonos acerca del mundo. Esos estados de trance donde la creación nos sobrepasa en todas sus dimensiones, donde entendemos algo que desconocíamos, sabemos algo que ignorábamos, comprendemos algo superior, proveniente de otro mundo, otro plano, otra realidad. Eso que no se encuentra sino en el silencio o contemplando el mundo o mirándose a uno mismo y encontrando algo ahí dentro, algo que vivimos buscando afuera. Un sabio que tuve la suerte de escuchar, dijo: "Si Dios se hubiese escondido en la montaña más alta del mundo, en las profundidades del océano, en la Atmósfera, en algún otro planeta de la galaxia, ya lo hubiéramos encontrado. Pero no, se escondió dentro del corazón de cada uno, allí donde no nos atrevemos a buscar. Y por eso no lo encontramos". 

Son esos los destellos de luz, esos momentos que muchas veces no entendemos -justamente porque no vienen de la razón, no se acercan siquiera a ella, más bien huyen, disfrazados, turbios, sospechosos y vivos- pero que bien sabemos apreciar porque mucho no duran. Son solo instantes, pasares fugaces, efímeros. En mi caso en particular, la música ayuda a que ocurran. O los provoca. Y después vuelve el sentido típico, noches en vela, el mundo, las banalidades, las obligaciones. Pero dentro mío se van acumulando los sucesos oníricos, aunque todavía no me animo a darles un nombre. Los guardo como reliquias, como tesoros, esperando a que llegue otro y me llene de fe en la vida, en mí, en vos. Que por un segundo toda esta sarda de cosas y momentos cobren sentido y sea, por cuestión de segundos, un suceso de felicidad absoluta y nada más que eso. No ocurren todo el tiempo, pero ocurren más seguido de lo que creemos. Por eso hay que estar alertas, y cuando llegue el momento, respirar el aire, inhalarlo con más fuerza, abrir los ojos, dejarse sentir, secarse alguna lágrima, y solamente deleitarse con ese instante de paraíso, esa revelación consciente de que hay algo más allá.