jueves, 2 de enero de 2014

Y empezó a sentirse

Están en el apogeo de las sensaciones, en el punto cúlmine de esa línea suficientemente gruesa como para sostenerlos a los dos, pero elegantemente fina como para que no se pierda en la excitación del roce.
Sueñan, y sueñan a diario. Lo que empezó como una duda insoportable se concreta en una sonrisa imperiosa, que triunfó y supo alcanzar eso que son hoy: más que amigos, más que la negación de algo que en un principio ella nunca quiso ser. Y él aceptó, desde siempre, con coraje y realismo viendo las cosas como eran: nítidas. Esa seguridad suya que al principio la incomodó, es la que hoy la lleva a creer en esa posibilidad de ser más que lo que creía que eran. Ahora funcionan más bien como dos almas que se enchufaron y poco a poco, con el paso de los días, se encontraron. Voluntariamente y no bajo presión, lejos de las obligaciones y cerca de ellos mismos. De forma natural: sueltos están, locuaces. Solo hacía falta un fin de semana en el mar para encontrar eso que andaba buscando. Y sin saber que lo buscaba, lo encontró, y cuando ya lo poseía, lo abrazó. A ese sentimiento que ahora está lejos de querer perder. Pero con un poco de miedo –y es ridículo admitirlo a esta altura- quiere dejar ir.
Pero en vano las ataduras y barreras que nos obstruyen y no nos dejan ver las cosas como son. Quiere dejarse sentir, esta vez y de una vez por todas. Y para siempre.
La carcome el mismo personaje que ella se creó a sí misma y la obliga a frenarlo todo cuando las cosas empiezan a convertirse en otras, las posibilidades en hechos, la nada en sueños. Esos sueños en encuentros, y lo que era aire, en perfume. Con aquella historia eterna y añeja jamás se lo cuestionó, no se enfrentó con el miedo a abrirse de más, exponerse a lo desconocido y la posibilidad de ver las estrellas. Porque con el sol era suficiente.
Exageró los sentimientos, sí, pero lejos estuvo de donde está hoy. Fue una historia que dura hasta el día de mañana y que sirvió de inspiración para tantas noches en la que desesperó buscando un poco de locura en los ojos de los demás. La encontró, pero ya no sabe si vale la pena seguir escondiéndose en ella.
Todo eso que no se permitía sentir, hoy cambia. Decide dejar la oscuridad de lado. Los escritores sufren, pero no hoy. Tantos músicos que se suicidan, tantos poetas que viven las vidas de otros y se alimentan de historias ajenas y las condimentan con frustraciones propias... pero jamás se reconocen dignos de volverlas realidad. Porque la realidad es única, el destino es uno solo. El de la tragedia.
Lejos está de todo eso. Lejos está de la muerte, del encierro, de las líneas que separan a una cosa de la otra. Pues hoy todas esas ganas, esas noches juntos, esos besos y esas manos se funden para volverse uno. Todos los caminos se deshacen y se convierten en ruta para no temerle al porvenir y escapar, un poco quizás, del pasado que la atormenta. Hoy se deja sentir y es, más que nunca, ella misma. No ese personaje inventado, loco (aunque tal vez un poco sí) y oscuro, negro, cínico. Esa luz empieza a asomarse y le demuestra, que quizás, merece ver las estrellas. Pues hoy, claro, no alcanza con el sol.