martes, 18 de noviembre de 2014

Algún lugar

Con la vida finalmente llega ese día en que tomamos conciencia de que vivimos. Sí, sí, de que estamos vivos y de que nuestro cerebro es chiquito, limitado, pero que nuestras pasiones son grandes, nuestras ganas de vivir más grandes todavía y que cosas como la música, las letras y el calor nos hacen bailar, tal vez despacio, lento, al ritmo del reggae quizás, mientras el fuego nos dice que el asado se está cocinando, mientras un perro corre dando vueltas por ahí, mientras soñamos con escuchar de más cerca el mar o vamos al mar directamente para verlo y escucharlo. La vida no pasa mientras pasa todo eso, la vida es eso: bienestar. Y nada tendría sentido si hemos de vivirlo solos. Porque la felicidad es un café, está escondida en un chocolate, se resbala por la ventana con las gotas de lluvia, se sacude con el perro cuando corre sobre el pasto largo, desprolijo, verde como la hierba que te inspira. Está en esa tarde cuando se fue el sol, en el último abrazo que le dieron, en la primera estrella que sale en la playa y en el humo del cigarrillo que se diluyó en el aire y se dejó abrazar por las brazas del fuego. Se quema cuando arde, como tu amor.
Juntate conmigo y sentite a gusto, pasemos un buen rato sentados en la arena. De poco sirve el mundo si no se comparte, en vano tu cuerpo si no está junto al mío, por qué no dejamos que pasen las horas sin que pase nada. O que pase todo en ese nada, que seamos uno nomás, mientras siendo uno somos todo.
Vayamos ahí, a algun lugar y tomemos conciencia de lo que somos, de que pronto ya no tendremos la destreza y agilidad que tenemos, de que la vejez va a venir, como todo, como la muerte, como el polvo. Seremos felices entonces también, por qué no, al entender que vivimos como teníamos que vivir: disfrutando, agradeciendo, y una vez más, siendo concientes de lo que nos rodea. Que los que están dormidos se despierten y duerman más siestas, basta de esperar las cosas grandes cuando las cosas grandes son las chiquititas que les pasaron hoy.
Ahora sí, vayamos juntos a algún lugar que tenga mar. Yo escribiré pensando en mis lectores y vos sonreirás pensando en mí.   


One love, one heart, lets get together and feel all right--- 

domingo, 9 de noviembre de 2014

Ya sos un ángel

El sol se asoma y ya empieza a soñar. 
El río es una posibilidad.
Los perros corren y los chicos ven el mar, 
pero lo más bello es que al cantar,
logra entonces suspirar,
porque sabe que sus nietos
tienen tanto que contar.

Los faroles iluminan la noche
que sola y oscura y sin reproche
acoge a los perros que despacio,
pasean sin dueño a la medianoche.

Un perro en particular
ha de mirarte con esos ojos lánguidos, 
y vos con tu eterna generosidad
has de regalarle un pedazo de pan.

Y que los miedos desaparezcan, 
y a tu cara vuelva la luz.
Pues la muerte hoy te invita a que vivas,
Solo que en otro espacio y sin tu cruz.

Ya te habrás reencontrado con el amor de tu vida
que ha de haberte esperado hasta este día.
Orgulloso y feliz debe haberte abrazado,
viendo cómo llenaste de amor a esta familia.
Abrácense por toda la eternidad ahora, 
porque claro, ya ni la muerte los limita.

Y se despierta en mí una nostalgia eterna
al comprender que la muerte siempre llega.
Que los sueños la anticipan y la recuerdan
cada vez que cierro los ojos para no querer verla.

Pero qué hermosa ha sido tu vida,
siempre tan llena y blanda y distendida 
que hasta los pájaros hoy te contemplan y te miran
pues la libertad al fin recobra forma 
y te eleva al cielo, oh bella mía
para que seas, finalmente, un ángel ahí arriba

Ya no has de sufrir, solo has de sonreír.
Andá en paz, caminá con fuerzas y sin limitaciones.
Pues ahora las piernas te permiten
disfrutar con todas tus pasiones.

Trajiste amor, nos dejaste amor
Levantaste la cabeza y bajaste el corazón
Nos dejaste ayudarte y acompañarte en el dolor
Y nos enseñaste a entregarlo todo, con o sin razón. 

Te estaremos hablando, te estaremos rezando.
Más aún te estaremos recordando
pues sentiremos tu ausencia, extrañaremos tu sonrisa
hasta que al fin comprendamos
que estás donde la brisa.

En aquél árbol que se mueve con el viento
en aquella tarde de café y cuentos.
En el pasto verde, en el mar,
y suavizándonos el alma
cuando hemos de cantar.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Más miedo que amor

¿Hacía falta llegar hasta donde llegaron para darse cuenta que se tenían afecto? ¿Algo un poco más verdadero de lo que creían? Algo más parecido a un cuento de Julio que a una mera canción de ingenuos, más cercano a una tarde de mares que a una mañana de libros secos.

Es el primer texto que empieza con un signo de pregunta y no creo en las casualidades. Las coincidencias no existen, lo único que hay son almas conectadas en el tiempo, en el espacio, porque alguien así lo pensó. La pregunta que la lleva a sumirse de vuelta en esa rueda de incoherencias e incertidumbres. El miedo de no serle fiel a sus principios idiotas, ridículos y entonces, enamorarse.

A veces la razón es mucho más fuerte que las pasiones, y eso nunca es bueno. O casi nunca. Siempre es ella, es inevitable serse infiel a sí misma. Pero ¿y si pensaba que era algo que en realidad nunca fue? El hecho de que la haga cuestionarse de toda su integridad, de que la descoloque de semejante forma, ya dice tanto, tanto que la saca de vuelta de ese lugar de comodidad. El de nunca dejarse conocer, nunca dejarse sentir, nunca mirar a alguien a los ojos sin una barrera, abrazarlo sin una especie de escudo, de tocarlo sin tocarlo y darle un beso, claro, sin sentirlo propio. Porque piensa entonces, que nunca lo será.

No se deja intimidar por nada, pero de repente se intimida ante tanta seguridad, una persona tan frontal, dispuesta a dejarse romper, quebrar, fracasar. Por alguien que le ofrece un poco más que solo dudas.

Pero ahora todo cambia y cabe la posibilidad de soltarse y arriesgarlo todo a esa tempestad que tal vez el día de mañana la haga polvo. ¿Qué pierde con intentarlo? No lo sabe, pero una posible respuesta le da miedo: todo. Si se involucra se lleva consigo toda su vida. Por eso le cuesta tanto abrirse a ese retazo que queda, aunque ahora duda que todavía lo tenga.

Quieran los ángeles que todo vuelva a la normalidad, y que en ella desaparezca ese miedo que aborrece, que hace que se esconda en protecciones absurdas y lleva a que se pierda de tantas cosas lindas y blandas, mucho más blandas que la rigidez que la envuelve.


Si vale la pena o no involucrarse en esta oportunidad que se le presentó, lo sabrá en el camino. Ese que puede presentar, en un futuro no tan lejano, escombros de corazones que van a sufrir. Y ahí, de vuelta, ese pesimismo insoportable. Que la defiende de su amigo como si fuese el peor y más vil de los enemigos.