martes, 25 de marzo de 2014

Y ya pasaron años

Y ya pasaron años -aunque vistos desde acá parecen horas- desde que nos separamos, ya son años que no nos escuchamos, que vos agarraste una ruta para seguir con tu vida yo tomé otra para continuar con la mía. Ya son años que permanecés cerca de tus seres queridos mientras yo, en otro plano de la Creación, seguí una vida distinta, eterna, que nunca ha de perecer para que algún lindo y santo día volvamos a encontrarnos. Pues hemos de volver a besarnos, a callarnos para mirarnos y ver que en realidad, nunca nos hemos separado. Ese día nos volveremos a abrazar con las manos, volveremos a mirar el mar acostados en la arena que siempre nos bañó en tantas alegrías. Respiraremos ese aire que se nos escapaba –escapa-, esa brisa que nos calmaba haciéndonos entender que nos pertenecíamos. Bien nos hizo saber el tiempo que así fue. Desde un principio yo sería tuyo, vos serías mía, juntos seríamos uno y siendo uno fuimos todo. Y es que las pasiones nos aclamaban a gritos y el mundo nos pedía que fuésemos más justos con él, que dejásemos un poco de amor para el resto y que nuestros besos, aunque sean unos pocos, fueran repartidos con equidad. Hoy te miro desde otro lado, el lado más brillante, más bello, más imposible si se puede, y te cuento que aunque te extraño, te amo más. Parecen horas, pues te veo y te contemplo con cada sueño, te toco con cada recuerdo, te escucho con cada canción y te encuentro con cada amanecer, esos en los que el sol se asoma para que le compartas un poco de tu luz. Que hoy, querida, a pesar de todo, no te falta. Luz te sobra y se escapa de vos para alcanzar a los otros. A tus hijos, nietos, amigos. A Dios, que clama para que confíes en El y te entregues a su Gracia y a sus brazos que te abrazan, pero te pide que no te rindas frente a su Misericordia. Eterna, infinita, esta vez y por siempre posible. Seguí adelante, amada mía, como lo hiciste siempre. Seguí adelante aunque el pronóstico no sea el mejor, más vale dejar todo lo que pudimos dejar, haber sido todo lo que pudimos ser, haber luchado con todas las fuerzas y haber avanzado aún en las adversidades, aún en los momentos de dolor, aún cuando todo parece en vano. Porque no lo es, nunca lo es. Sos digna de tu destino, pues ve por él. Sos digna de tu familia, pues aferrate a ellos. Y el mundo es digno de tu vida, así que cantá, abrazala y amala con todo tu corazón.

De este lado te extraño, como lo hiciste vos todos estos años. Solo sabe Dios cuándo hemos de reencontrarnos y abrazarnos con nuestros cuerpos, porque claro, todo este tiempo te estuve abrazando con el alma.


Pero si todavía esa hora no ha de llegar, te entrego todas mis fuerzas para que sigas, te canto mil y una canciones para que te motives y que juntos, caminemos a donde la vida nos lleve. Que de la mano del amor, siempre es un destino cálido, amable, en donde más a gusto te sentís. Hoy te recuerdo todas las cosas lindas que construiste, los afectos que alimentaste, los hijos que educaste. Y las enseñanzas que transmitiste sin siquiera saberlo, porque como todo, lo hiciste con humildad. Siempre fuiste inocente frente al amor, poco cínica frente al mundo y sincera con vos misma. La vida nos supera, las enfermedades nos exceden y los misterios abundan. Pero algún día entenderás que el amor hace frente a todo. Y que todo, claro, es por una razón. Seguí peleando con una sonrisa. Que mientras, desde acá, te sigo abrazando con el alma. 

domingo, 16 de febrero de 2014

Tus ojos

 Mirame a los ojos y tratemos de olvidarnos del mundo. Solo por unos segundos, solo por unos minutos. Mirémosnos en la eternidad de ese momento y congelemos lo que sentimos para luego recordarlo, para luego sostenerlo en el tiempo, para petrificarlo por hoy y por siempre, para entender lo que no se puede entender y ver lo que pocos pueden ver, pues todo está ahí, en esos ojos, en esa sonrisa de ojos, en esa mueca de ojos, en ese brillo y ese color y esa luz que esconde toda la inseguridad que no quiere sentir, que se despoja de toda sensación morbosa que no nos deja disfrutar y nos aleja de ese miedo ridículo e insoportable -y más que nada doloroso- de pensar que en la vida no es fácil ser feliz. Que pocos pueden serlo. Que es un destino y no un camino. Que la felicidad está hecha para pocos y que esos pocos son exclusivos. Pero qué error es ese que tan lejos está de la realidad. Porque todos podemos ser felices, solo hay que quererlo. Y es que solamente con contemplar la naturaleza se puede ser feliz. Con agradecer los regalos de todos los días, el sol que se asoma por la ventana, el abrazo de tu mamá, la visita de un amigo, el beso que nos dimos ayer. Es más simple, claro, si nos miramos a los ojos, devuelta, y olvidamos de todo lo que tenemos alrededor. La vida es un regalo y se nos fue dada para disfrutarla, exprimirla, vivirla como más nos guste, como más felices nos haga, y cuánto más amor haya en ella, indudablemente más sonrisas voy a ver en vos.

El pasado es pasado. La historia es historia. Vivamos con eso porque forma parte de nosotros y nos hizo lo que somos hoy, todas esas personas, abrazos y vivencias nos trajeron hasta acá. Demos gracias y brindemos por eso entonces, porque hoy, bajo la lluvia y la luz blanca de la luna que nos baña, nos damos la mano y entendemos, una vez más, lo linda que es la vida. Lo valiosos que son los momentos que nos regalaron que quizás ni siquiera los merecemos… pero evidentemente hay alguien ahí, velando por nosotros las veinticinco horas del día o más. Sonriendo por nosotros y soñando con que seamos felices. Hoy y de vuelta, claro, siempre. Abracemos al pasado entonces y lo que nos priva de seguir viviendo el presente, dejémoslo ir. Porque el presente se vive y del futuro se sueña, pero no se puede vivir y soñar si seguimos atados a eso que no nos deja vivir en paz.

Paz. Paz adentro nuestro, paz afuera nuestro, paz mental y emocional. Eso es lo que se necesita para vivir… en paz. Tranquilidad y seguridad en nosotros mismos y confianza en el otro. De que no te quiere lastimar, solo te quiere querer. Solo te quiere conocer. Solo te quiere valorar y entonces entender, que hoy, tal vez es una excusa más para ser un poco más felices de lo que éramos ayer.


Se miran de vuelta y es inevitable sonreír, porque a lo lejos el sol se esconde en el mar. Les da ese calor que necesitan para sobrevivir. Y bajo un haz de luces y sombras, el sol se vuelve naranja, el mar dorado, la arena blanca. Las estrellas metálicas y a la vez cálidas los rodean en esa noche de cariño. Y qué mejor que compartir esa necesidad de vivir, de ser feliz; esas ganas de disfrutar con el corazón y abrazarse con el alma. La lluvia cae, los moja, los empapa y juntos, cada uno con sus miedos e inseguridades, con sus angustias y defectos, tan imperfectos como son, se miran. Porque en esos ojos están ellos dos, queriéndose. 

sábado, 1 de febrero de 2014

La fantasía, más real que la realidad

La magia abunda y el lugar funciona como un mundo paralelo. Lejos de la violencia, lejos de las guerras, lejos de la mentira y más lejos aún de la oscuridad. Porque acá todo brilla, los besos no son pocos y los abrazos son miles. La condición para entrar es sonreír, el que no sonríe no entra. La clave del éxito, hacer lo que cada uno tiene que hacer. Y ponerle empeño, coraje y ganas. Estar ante todo, a la disposición del otro para que este disfrute y goce de los colores vívidos, las luces de los fuegos artificiales, de las flores que decoran todo y los castillos imponentes que deslumbran con animales vivos, canciones bonitas y bailes largos.
Y las ganas de disfrutar en este paraíso lejano a la realidad pero cercano a otra realidad, tan real como la otra o tal vez más real aún; más real porque está inundada de la inocencia de los más chicos, más real porque es pura, sincera, producto de los sueños y resultado de volver esos sueños realidad. Ratones que les dan la bienvenida, perros que hablan, ogros que se enamoran, princesas que rompen sus hechizos y pueden ser felices, leones que contemplan la naturaleza, sirenas que quieren conocer otros mundos… todos se complotan para hacer de todo ello un espectáculo a la vista, un regocijo a la imaginación. Los oídos también se deleitan, ya que no hay un minuto de silencio. Las canciones los acompañan, son fieles a las películas que retratan y hacen que uno se mueva al compás de ellas, dándole más ritmo al mundo donde reina la ilusión.

Once almas dispuestas a vivir esto como si fuese real. Porque de alguna manera, lo es. Fue pensado para que lo fuera. Los niños de adentro salen con fuerza y se liberan para reír, cantar y bailar a la par de los ratones gigantes y las princesas de verdad. Y reinan los manjares, las pastas italianas, los mariscos frescos, las hamburguesas locales y los mozos, que como todo en Disney, son alegres y serviciales.


Es un mundo utópico y diferente al cotidiano que nos espera en la Argentina, pero por qué no, es un ejemplo para todos, para sonreír más y pelear menos, para saber que si uno quiere, las cosas pueden funcionar como deberían. Para entender que si dejamos fluir nuestra imaginación y no reprimimos nuestra creatividad, pueden existir otros mundos donde las cosas más impensadas, son posibles. Disney, ese mundo distinto, especial. Pensado para los niños pero en el fondo, hecho para los adultos. Para que estos entiendan, que a la larga, las cosas son más simples. Que el mundo, a fin de cuentas, es mucho más lindo de lo que nosotros creemos. Más original y fantástico. Que cada uno puede hacer su historia, inventar sus cuentos, crear calles, trenes, planetas, mundos submarinos. Y que en ellos se puede vivir y soñar, porque claro, esos sueños algún día pueden convertirse en realidad.

Ciudad blanca


El panorama blanco de hielo y polvo no hace más que enfriar lo que ya está frío, pero los fanáticos se deslizan con sus patines filosos en el centro de la ciudad, lejos de los rincones hinóspitos y los suburbios. Algunos van con estilo, se lucen frente a los espectadores que rodean la pista, que se la bancan tomando café sentados frente calefactores portátiles al aire libre... de esto se trata el primer mundo. Los enamorados van de la mano, se esperan y se miran. Los más chicos, acompañados por sus respectivos padres, aprenden en este domingo lo que probablemente harán por el resto de sus domingos. Los más viejos siguen a pesar de sus limitaciones y otros no hacen más que agregar adrenalina y peligro a la situación.  Más que patinar, sobreviven como pueden, agarrándose de otros para salvarse a sí mismos. Y mientras los otros caen, ellos se arrastran gritando "watch out!!! Watch out!!!"
Lo que de lejos parece un pasatiempos divertido, llevadero y tierno, de cerca denota lo que tiene de guerrero, violento y peligroso. Una vez que estás adentro, y más en un domingo como este en la que el espacio no sobra, no hay regla que valga. Muchos salen con heridas de guerra, pero victoriosos por haber ganado la batalla. Y a dicha aventura se suman las pequeñas del grupo familiar que ya de pequeñas casi nada tienen, y se divierten cuando de la mano, recorren bajo el frío cortante los escasos metros cuadrados -por persona- del baile. Pues claro, bailan, o eso intentan. Y mientras los extranjeros se sacan fotos con suerte de no ser atropellados por otro, los locales miran con un tanto de desprecio y otro tanto de lástima. Porque qué mejor que venir un miércoles a la noche con patines propios. Sin gente. Sin sol. Bajo el imperioso Rockefeller Center, con los faroles prendidos y las estrellas vigilándolos. Actuando como lo que son, guardianas de los sultanes del ritmo, que realizan formas en el aire con su propio cuerpo y brillan sobre el hielo dándole un toque especial a la ciudad que de noche -claro- tampoco duerme.

Every step you take

Calles hechizadas por el insomnio. Avenidas anchas bañadas en luz. La ciudad del primer mundo y capital de la gente solitaria abraza a los viajeros con los árboles del parque y les regala ardillas para que jueguen, ya que con sus colas importantes se acercan con inocencia a recibir el pan que les tiran.  Y se escucha un coro de blues a capela en los pasillos del subte, y se huelen salchichas picantes que ofrecen los carritos de cada esquina, y se perciben las lenguas de todo el mundo que vinieron a ocupar la Gran Manzana, se ven infinitos Starbucks y jóvenes que sueñan con soñar en Broadway. Cantar en Broadway. Bailar en Broadway. Mas ahogan sus penas en Elen's Stardust, dejando la vida en cada canción y los pulmones en cada agudo. Por demás alto, eterno, imposible. Y allá lejos se vislumbra al Cardenal... o no tan lejos... ahora cada vez más cerca... ¡y acá está! ¡lo logró! El hombre que puso tan en claro las palabras de Jesús, el que habló con tanta claridad, hizo emocionar a la audiencia y explicó casi literalmente la Santísima Trinidad, el que dibujó en cada mente lo que es el Amor de Dios y habló de la oveja sacrificada, "and if that isn't good news folks... i don't know what is" finalmente le dio la mano al mejor de sus fans, aquel que lo siguió con un frío insoportable, aquel que viene del país del Papa. Y así, sin más ni menos o con más menos que más, nos da la bienvenida esta ciudad que al final nos daría tantas alegrías, nos llenaría de ropa y nos pondría barreras y dificultades que bien íbamos a poder sobrellevar. La isla en la que el sol se esconde a las 4.30 pm, en la que el frío te carcome las sienes, en la que caminar cuesta caro y las memorias de las cámaras todavía más, nos abrigó del frío por una semana. Nos llevó al pueblo de Bob Dylan que nunca existió. Nos llevó a conocer las calles de los tanos y las memorias de los chinos. Nos deleitó con museos y cuadros de los más grandes clásicos y maestros del arte. Nos hizo bailar en una noche de rock y soñar, por qué no, en cada paso que dimos. Porque cada paso significó un GRACIAS en el corazón de quien lo dio. Ese gracias que nos empujó a seguir, a disfrutar en soledad y gozar en familia. Y ojo que los pasos dados, my dear friend, no fueron pocos.

jueves, 2 de enero de 2014

Y empezó a sentirse

Están en el apogeo de las sensaciones, en el punto cúlmine de esa línea suficientemente gruesa como para sostenerlos a los dos, pero elegantemente fina como para que no se pierda en la excitación del roce.
Sueñan, y sueñan a diario. Lo que empezó como una duda insoportable se concreta en una sonrisa imperiosa, que triunfó y supo alcanzar eso que son hoy: más que amigos, más que la negación de algo que en un principio ella nunca quiso ser. Y él aceptó, desde siempre, con coraje y realismo viendo las cosas como eran: nítidas. Esa seguridad suya que al principio la incomodó, es la que hoy la lleva a creer en esa posibilidad de ser más que lo que creía que eran. Ahora funcionan más bien como dos almas que se enchufaron y poco a poco, con el paso de los días, se encontraron. Voluntariamente y no bajo presión, lejos de las obligaciones y cerca de ellos mismos. De forma natural: sueltos están, locuaces. Solo hacía falta un fin de semana en el mar para encontrar eso que andaba buscando. Y sin saber que lo buscaba, lo encontró, y cuando ya lo poseía, lo abrazó. A ese sentimiento que ahora está lejos de querer perder. Pero con un poco de miedo –y es ridículo admitirlo a esta altura- quiere dejar ir.
Pero en vano las ataduras y barreras que nos obstruyen y no nos dejan ver las cosas como son. Quiere dejarse sentir, esta vez y de una vez por todas. Y para siempre.
La carcome el mismo personaje que ella se creó a sí misma y la obliga a frenarlo todo cuando las cosas empiezan a convertirse en otras, las posibilidades en hechos, la nada en sueños. Esos sueños en encuentros, y lo que era aire, en perfume. Con aquella historia eterna y añeja jamás se lo cuestionó, no se enfrentó con el miedo a abrirse de más, exponerse a lo desconocido y la posibilidad de ver las estrellas. Porque con el sol era suficiente.
Exageró los sentimientos, sí, pero lejos estuvo de donde está hoy. Fue una historia que dura hasta el día de mañana y que sirvió de inspiración para tantas noches en la que desesperó buscando un poco de locura en los ojos de los demás. La encontró, pero ya no sabe si vale la pena seguir escondiéndose en ella.
Todo eso que no se permitía sentir, hoy cambia. Decide dejar la oscuridad de lado. Los escritores sufren, pero no hoy. Tantos músicos que se suicidan, tantos poetas que viven las vidas de otros y se alimentan de historias ajenas y las condimentan con frustraciones propias... pero jamás se reconocen dignos de volverlas realidad. Porque la realidad es única, el destino es uno solo. El de la tragedia.
Lejos está de todo eso. Lejos está de la muerte, del encierro, de las líneas que separan a una cosa de la otra. Pues hoy todas esas ganas, esas noches juntos, esos besos y esas manos se funden para volverse uno. Todos los caminos se deshacen y se convierten en ruta para no temerle al porvenir y escapar, un poco quizás, del pasado que la atormenta. Hoy se deja sentir y es, más que nunca, ella misma. No ese personaje inventado, loco (aunque tal vez un poco sí) y oscuro, negro, cínico. Esa luz empieza a asomarse y le demuestra, que quizás, merece ver las estrellas. Pues hoy, claro, no alcanza con el sol.


domingo, 8 de diciembre de 2013

Una put- despedida más

Y de vuelta las aguas del río se esmeran, las avasallan, se dejan lucir para que se luzca la despedida de algo que se va para volver. Ese dejo de nostalgia en la felicidad de lo que sienten, ese melodrama que se percibe al saber que no se puede ser cien por ciento feliz. Porque siempre, por más perfecto que sea el momento, una lágrima quiere escaparse para decir, la muy puta, “algún día se terminará”. Algún día ya no estarán acá, en este barco que tantas veces las hizo sentir las reinas del canal. Las divas del río. Las protagonistas de una aventura playboy. Sin embargo, el agua y el viento se ponen de acuerdo para recordarles hoy el lujo de vivir así, el lujo de vivir. Y se alegran al ser concientes de que son concientes de ello. Es el atardecer el que juega con sus recuerdos y no pueden evitar evocar a ese lugar que añoran (el cual exige tratamiento psicológico –o psiquiátrico- para dejarlo ir, hoy y de una vez por todas. Pero cómo dejarlo ir…)

Es la Santa de Justina la que les alegró esta –como tantas otras- tardes. Noches. La ilusión de que el año se va las acerca más a la realidad que a la fantasía, pues fin de año siempre las agarra sumidas en la tragedia del fin, de no querer que se termine. Menos este. Que rebalsó de bendiciones, se sumió en noches de fiesta y se bañó en tardes eternas, acompañadas por la buena compañía. Los lunes no jodían tanto, porque hasta el miércoles se alimentaban de los cuentos vividos y mientras, en el interín, por qué no, vivían también.

No sabe si es o no necesario que se vayan, pero se van. A ese lugar de la nieve… Vail, le dicen. Son personas que saben disfrutar, así que van a saber acomodarse a las circunstancias e inventar historias nuevas, para claro, después poder contarlas.

Y mientras Barry White acaricia el ir y venir del barco que se mueve con las olas, mientras el sol las quema hasta que les arde, mientras algunas andan en lanchas que rugen y se deslizan en bananas que las nutren de adrenalina –sangre y lágrimas-; se lamentan de que alguna no pudo ir y andará viendo, en vez, a un héroe del rock.

Otro 7 de diciembre más, otro aniversario feliz de La Flaca, la que tanto soñó con el bendito bonete bonito, la que... seamos generosos y digámosle canta su propia canción de cumpleaños. Otro festejo, esta vez no en un jardín, no en una galería, no en una pileta. Sino en el paradisíaco Sueco. El año que viene, mínimo, ¿Uruguay? 

Pero es la vuelta la que las revuelve hasta llevarlas a ese punto en el que, si tenían alguna excusa para no emocionarse, ya no la tienen más. Y emocionarse no implica llorar. Implica, sí necesariamente, dejarse tocar por ese universo imposible que las supera, las deja anonadadas, les hace entender, a la fuerza, que son un punto en esa bola de esa galaxia. Y que encima hay ocho bolas más. Es la noche la que tiene esa mística única y tan difícil de poner en palabras, que acoge las estrellas y las ofrece una por una, haciéndolas aparecer a medida que el cielo se vuelve negro y el río, plateado. El frío se guarda para que el calor permanezca triunfante, luchando intacto a pesar del movimiento.

Es el río, hoy, quien les pide que se queden. Es el verano el que se acerca, y ellas, las descaradas, se alejan de él sin piedad. O no, no sin piedad. Porque todos sabemos, que a fin de cuentas, incluso La Bombo nos va a extrañar.