Las historias de Jack Kerouac no
viven sin música: cada personaje se mueve y se pasea por las páginas al ritmo
del jazz, con cada instrumento que suena mientras el lector lee y se mueve al
compás de las melodías que escapan de los equipos de hi-fi. A 47 años de su
muerte, el autor […]
Las historias
de Jack Kerouac no
viven sin música: cada personaje se mueve y se pasea por las páginas al ritmo
del jazz, con cada instrumento que suena mientras el lector lee y se mueve al
compás de las melodías que escapan de los equipos de hi-fi. A 47 años de su
muerte, el autor y fundador de la beat generation es reconocido no solo por sus
novelas –clásicos, obras de luz, de arte- sino por la influencia que tuvo y
sigue teniendo en la música.
“Supongo que si Jack Kerouac no hubiera
escrito On the Road, The Doors nunca
habría existido”, dijo
el tecladista de la banda, Ray Manzarek, en su libro “Light
My Fire: My life with The Doors“. Aunque su fuerte era el jazz,
artistas de rock como Bob Dylan, The Beatles, John Cale y Patti Smith reconocieron
a Kerouac como una de sus grandes influencias tanto en su música como en sus
formas de vida.
“El jazz aparece en sus libros como un
modelo para su escritura, como una presencia liberadora, como un elixir
intoxicante”,
escribió el diario El País. En On The Road (1957),
novela que lo consagró, relata la experiencia de Sal Paradise (álter
ego del escritor) y Dean Moriarity (álter ego de Neal Cassady)
en su viaje por Estados Unidos y parte de México, en el que ruedan y se
desparraman por la ruta 66 y brillan entre anfetamina y jazz con canciones de
Billie Holiday, Charlie Parker, Dexter Gordon, Slim Gaillard, Lester Young,
Anita O’Day, George Shearing, Louis Armstrong y Willie Jackson. Todos ellos
son “flores sagradas flotando en el aire sobre el amanecer de la
América del jazz”.
Bob
Dylan y Allen Ginsberg visitando a Jack Kerouac en el cementerio de Lowell en
1975
Sus historias son retratadas: fiestas
psicodélicas, euforia, las desesperadas ganas de andar. Los paisajes se
convirtieron en un ícono de la historia norteamericana y todo tomó color y
vida: la música, los artistas, sus héroes, heroínas, dioses. “Cuando
terminó de tocar, el viejo Dios Shearing volvió a su rincón oscuro, y los tipos
dijeron ‘no queda nada después de eso’”, escribe tras la visita al
club de Anita O’Day en Chicago, cuando vieron a George Shearing: “Tocó
una innumerable cantidad de canciones con acordes que iban cada vez más alto,
hasta que el sudor empapó el piano y todos escuchaban con temor y miedo”.
En su novela semi-autobiográfica
publicada en 1965, Desolation Angels, afirma que “la única
verdad es la música”. El bebop suena en New Orleans con Louis Armstrong, y Roy
Eldridge rockea el jazz del mundo “vigoroso y viril”. Y entre medio de toda esa
música, deambulan y viven los niños sumergidos en la noche bop de Estados
Unidos.
“Cambió mi vida como se la cambió a
todo el mundo”, dijo
Bob Dylan refiriéndose a On The Road. Habiendo inspirado a artistas de esta
envergadura, Kerouac se retira del mundo con la cabeza en las nubes, el corazón
en las alcantarillas y con el alma vagando por alguna ruta moviéndose al ritmo
de las trompetas. Sus imágenes y personajes quedarán, como quedará también la
música que vive en cada frase de su obra, siempre.
“Cada tanto, el llanto de la armónica
sugería una melodía que algún día será la única melodía del mundo y alzará las
almas de los hombres hasta que alcancen la alegría plena”. Esperamos que su alma haya
alcanzado ese estado de plenitud. Con o sin paz, pero con arte y música, eso
seguro.
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