“Conozco mi debilidad, conozco mi voz”, canta
Marcus Mumford que de esta manera abre lo que se convertiría en una noche de
euforia y folk en su primer paso por la Argentina. Lejos
de ser débil, su voz patenta una noche inolvidable, dejando rastros y
expresiones bíblicas de su segundo álbum, Babel;
canciones que ya se están volviendo clásicos de Sigh no More, su disco debut; y la garantía de que todavía tienen
mucho por hacer como su última y radiante creación: Wilder Mind.
Los ingleses se destacan por su autenticidad,
tanto su música como sus letras detonan frases de honestidad, uno de los
valores más importantes con los que cuenta la música: “Esto es lo que siempre
fui (…) No me digas que cambié porque no es verdad”, cantan en “Ditmas”, uno de
los temas más aclamados de su último disco. En “Babel”, la canción que le dio
el nombre a su segundo álbum, expresan la misma idea: “Y ya sé que tal vez mi
corazón es una farsa / pero naceré sin una máscara”.
Como en todos los recitales, se lucieron en
cada uno de los instrumentos: en “Lover of the Light” el vocalista cantó desde
la batería inquebrantable y Winston Marshall acompañó con el banjo dándole el
toque especial que los distinguió desde el comienzo como una banda que sabe
combinar el rock y el folk. Fue este último quien rugió con su guitarra
eléctrica en “Bellow My Feet”, canción que comienza con un dúo del tecladista
Ben Lovett (aplaudido en un instrumental justo antes de lucirse en “Dust Bowl
Dance”) y la guitarra acústica de Marucs Mumford, al que después se incorpora
la tercer guitarra de Ted Dwane.
“Esta es nuestra primera vez en Argentina, y
ya la amamos”, dice la banda entre canción y canción, haciendo un recorrido por
las bandas del line up que ya se habían presentado en el festival y anticipando
la llegada de Florence and the Machine. Tras la promesa de Lovett de volver al
país, el público responde con “I will wait”, una de las canciones más
celebradas de Mumford and Sons. Ojalá sea cierto y ojalá sea pronto.
La música suena e impacta por su prolijidad
entre cada instrumento. Las letras son impecables y se pasean por temas
sagrados como la verdad, la gracia y la redención. Es inevitable no conmoverse
y saltar a la par de ellos. La solidez del grupo queda en manifiesto en cada
canción, el sonido permanece en el aire y se hace uno con el viento, llega a
cada alma y la mueve, la hace bailar.
Las canciones elegidas de Wilder Mind fueron “Tompkins Square Park”, “Monster”, “Ditmas”,
“Snake Eyes”, “Wilder Mind” y “The Wolf”, el tema que los despidió. Una
performance que se aleja de este mundo y se acerca a las estrellas, espera la
vuelta de este grupo que les canta “Sos todo lo que alguna vez esperé”, y al
haberlo logrado, se van satisfechos, saciados, limpios.
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