“En ese punto algo
imprevisible ocurrió. Desde un rincón el viejo gaucho estático le tiró una daga
desnuda que vino a caer a sus pies. ‘No hubieran permitido en el sanatorio que
me pasaran estas cosas’, pensó. Y sintió dos cosas”, lee Mick
Jagger – o Turner, el personaje que enfunda en la película Performance (1970)– con un inglés inconfundible, limpio,
modulando cada frase y haciendo énfasis en cada sílaba. Es que al hablar está
citando el final de “El Sur” de Jorge Luis
Borges.
El pasaje que lee Jagger en la película
dirigida por Donald Cammell y Nicolas
Roeg es
solamente una de las intertextualidades presentes en el film. Toda la historia,
sumida en imágenes psicodélicas de sexo, droga, violencia y música, es una
referencia a la ironía, la cuestión del existencialismo y la incapacidad que
tiene el ser humano de enfrentarse a la realidad; elementos que se repiten en
los libros y cuentos de Borges. “Nada es verdadero, todo está permitido”,
dice Jagger en la película. Frase que bien podría sintetizar la colección
de Ficciones.
A la realidad le gustan las simetrías y
los leves anacronismos [“El
Sur”]: cuando en Performance Chas (James Fox) le dispara a Turner (Mick Jagger),
aparece la imagen del escritor argentino junto a un espejo que se rompe. Esto
está estrechamente vinculado a la muerte del director Donald Cammell: su mujer
-China Cammel, colaboradora de sus trabajos- cuenta que, tras suicidarse de un
tiro, el dramático escocés (perseguido por la muerte y el suicidio hacía ya
muchos años) agonizó durante 45 minutos. Fue entonces cuando le pidió a su
mujer que le alcanzase un espejo y al verse reflejado, le preguntó: “¿Lo ves
a Borges?”
La película predijo lo que el destino
quizás ya había escrito, pues el mito cuenta que Jagger y Borges se encontraron
años después en el lobby de un hotel en Madrid. Los astros se habrían
alineado y entonces, lo imprevisible habría ocurrido:
—Maestro, yo lo admiro, yo he leído
toda su obra —le dijo Mick Jagger arrodillándose y tomándole la mano al
reconocer al ya ciego Jorge Luis Borges.
— ¿Quién es usted señor?
—Mick Jagger —contestó el joven.
—Ahhh —dijo con asombro, e inclinándose hacia atrás agregó—: El cantante de los Rolling Stones.
El músico casi cae desmayado y pregunta:
—Pero maestro, ¿usted sabe quién soy?
—Claro, yo conozco casi toda su obra —respondió.
— ¿Quién es usted señor?
—Mick Jagger —contestó el joven.
—Ahhh —dijo con asombro, e inclinándose hacia atrás agregó—: El cantante de los Rolling Stones.
El músico casi cae desmayado y pregunta:
—Pero maestro, ¿usted sabe quién soy?
—Claro, yo conozco casi toda su obra —respondió.
“Cuando se filmó The
Wall fuimos a verla tantas veces que Borges se sabía las letras de memoria”,
cuenta Maria Kodama -exalumna
y mujer- en una entrevista de canal
encuentro. “En lugar de ponerle happy birthday para su cumpleaños, él
quería que le pusiéramos The Wall de Pink Floyd”, agrega la escritora.
Los cuentos de Borges y las letras de
Pink Floyd desafían al absurdo, a la realidad. El arte permite lo que por naturaleza, la razón
rechaza. ¿Pero qué es la razón? En “El Sur”, ¿los hechos suceden en el
hospital, donde Dahlmann está expuesto a tratamientos dolorosos e
insoportables, donde se odia a sí mismo y odia a todos? ¿O transcurre en el
Sur, donde tiene el casco de una estancia, heredado de su abuelo materno, aquel
Francisco Flores -del 2 de infantería de línea- donde la habría gustado vivir y
morir?
La historia congelará estas preguntas y
Jorge Luis Borges siempre existirá junto a sus paseos por la ciudad. Buenos
Aires la fría, la dulce, la suave, la romántica, tanguera, poeta. Los
personajes viven, las historias caminan y su legado permanecerá intacto,
inmóvil, quieto. “La única actuación que lo logra, que verdaderamente lo
logra, es aquella que alcanza la locura”, dice Mick Jagger en Performance.
La obra de Borges no solo la alcanzó, más bien la consumó, la hizo propia, la
hizo suya.
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