Highway 61 Revisted cumple hoy 51
años desde su publicación. El álbum es un ícono, una síntesis de lo que estaba
pasando en la década de los sesenta. Con el blues y la poesía, Dylan arranca la
parte más salvaje de su carrera que incluyó temas como “Highway 61 Revisited”,
“Like a Rolling Stone” y […]
Highway 61 Revisted
cumple hoy 51 años desde su publicación. El álbum es un ícono, una síntesis de lo que
estaba pasando en la década de los sesenta. Con el blues y la poesía, Dylan
arranca la parte más salvaje de su carrera que incluyó temas como “Highway 61
Revisited”, “Like a Rolling Stone” y “Desolation Row”.
Durante años, los medios de
comunicación hablaron acerca de su relación: que parecían padre e hijo, que
eran como hermanos, que uno fue la musa, el predecesor, el origen de la
inspiración de quien le siguió. Lo cierto es que fueron amigos que compartieron
lo mismo: ambos tuvieron algo que decir, y como nadie lo estaba diciendo, lo
escribieron. Lo cantaron. Allen Ginsberg y Bob Dylan, dos poetas, dos almas en la búsqueda de algo
infinito,
cruzaron sus carreras artísticas y se influenciaron mutuamente para
convertirse en las voces de una generación entera, rebelde, sincera, beat.
Ginsberg nació en Newark en 1926 y
quince años después nació Dylan en Minnesota, pero solamente cinco años separan
la primera publicación de cada uno. El poema Howl, de Ginsberg, fue una
de las tantas inspiraciones que llevó a Dylan a escribir y cantar. Movido por
la prosa vulgar y majestuosa, Dylan se apoyó en la Generación Beat tanto
como lo hizo en el rock, el blues y Woody Guthrie. “Me enamoré de la escena
Beat, lo bohemio, de los Be Bop, estaba todo muy conectado”, dijo Dylan. “Fueron
Jack Kerouac, Ginsberg, Corso, Ferlinghetti… me impactaron tanto como lo hizo
Elvis Presley”.
“Vi las mejores mentes de mi generación
destruidas por la locura”. Así abre Ginsberg el mítico poema Howl, refiriéndose
a Neal Cassady, Burroughs y Kerouac,
cuya obra que lo consagró fue On The Road. El relato autobiográfico que dibuja
el oeste de Estados Unidos y parte de México, ruge con las mentes brillantes
que lo alimentaron (en el libro aparecen Ginsberg, Cassady y Burroughs, cada
uno con seudónimos) y describe las aventuras por la ruta 66, inundadas por la
influencia de las drogas y del jazz: otra de las influencias de la
canción “On the road again”, del álbum Bringing it All Back
Home, de Bob Dylan.
Hay íconos eternos y retratos que
sobrevivirán y serán siempre parte de la historia: la imagen de Dylan y
Ginsberg visitando la tumba de Kerouac; las fotos de Ginsberg en la
contratapa del álbum Bringing It All Back Home; su presencia en la
escenografía del videoclip de “Subterranean Homesick Blues”, en el que Dylan
escupe algunas de sus tantas verdades: “Don’t follow leaders / Watch the
parkin meters”, “You don’t need a weather man to know which way the wind
blows”; y Ginsberg en la legendaria conferencia de prensa de 1965 en San
Francisco, donde Dylan, entre cigarrillos, cinismo y verdad, hizo historia.
El poeta lo acompañó arriba del
escenario y juntos cantaron “This Land Is Your Land”. En 1971, motivado por
Dylan, convirtió sus poemas en canciones, y diez años después, con nuevas
grabaciones, sacaron un disco juntos: First Blues. Juntos protagonizaron la
película escrita y dirigida por Dylan, Renaldo
and Clara (1978),
donde Ginsberg interpreta al padre de Ronaldo (Dylan). La ficción fantasea con
ser realidad; las alucinaciones y los hechos son una misma cosa, Ginsberg es un
mero actor y a su vez un guía, un ejemplo, un mentor.
Es que ambos brillaron de manera
diferente en un contexto similar. Ambos desafiaron a lo establecido, al deber ser,
a lo políticamente correcto. Ambos vieron la oscuridad, la tocaron, jugaron con
ella, la sedujeron y la convirtieron en poema y canción: “The truth was
obscure / Too profound and too pure / To live it you had to explode”, canta
en “True Love Tends To Forget”, del álbum Street Legal. A Bob Dylan
lo tildaron de músico, poeta y hasta de profeta. Fue investido Caballero de la
Orden de las Artes y las Letras por el gobierno de Francia. Fue
considerado una de las personas más influyentes del siglo XX por la
revista Time. Fue nominado más de una vez para el Premio Nobel de Literatura y
a lo largo de su vida recibió innumerables premios y condecoraciones –entre
ellas la Medalla Presidencial de la Libertad del Presidente Barak Obama-. Pero
la pequeña porción del mundo que verdaderamente lo entiende, sabe que fue un
simple tipo –dotado, iluminado- que buscaba decir la Verdad.
“You don’t
necessarily have to write to be a poet. Some people work in gas stations and
they’re poets. I don’t call myself a poet because I don’t like the word. I’m a trapeze artist”.
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