La Generación Beat, ese grupo
de escritores de Estados Unidos que le dieron forma a la cultura que
vino con la Segunda Guerra Mundial, tuvo sus influencias en la música. 19 años
nos separan de la muerte de William S
Burroughs, uno de los
principales autores de esta época, inspiración para estrellas comoIan Curtis, David
Bowie, Patti Smith y Kurt Cobain. Cuenta la leyenda que el cantante de Joy Division tuvo la oportunidad
de conocerlo. El encuentro no salió como el británico lo esperaba.
En septiembre de
1956, en una de sus cartas a Allen
Ginsberg (otro
escritor de la misma generación, amigo y amante), Burroughs habla del suicidio
en general: “El joven inglés estaba hablando del suicidio, de la vida como
algo que no vale la pena vivir. Esto me pareció increíble, yo siento que debo
ser muy feliz. Tengo una especie de revelación, pero no puedo ponerla en
palabras”. A veces la historia juega con las casualidades y los artistas se
adelantan en el tiempo, porque ese “joven inglés” bien podría haberse tratado
de Curtis, con quien se encontraría 23 años después, en 1979 en un
recital en Bruselas, en un centro de arte que guardó un espacio para las bandas
(entre ellas Joy Division) y terminó con la lectura de leyendas del movimiento
beat como Burroughs y Brion Gysin. Convencido
de recibir algún que otro halago, Curtis se acercó a Burroughs, que lo
confundió con alguien más del público y le dijo que se fuera: “He told him
to fuck off”, contó en su momento Stephen
Morris,
baterista de la banda.
Jack Kerouac describe
a William S. Burroughs en su novela épica On the Road bajo
el seudónimo de Old Bull Lee. Burroughs, a su vez, habla de sí mismo en Yonqui
(1973), donde se apoda Bill Lee. Sus libros autobiográficos, inundados de
escepticismo, surrealismo y sátira, revelan su adicción a las drogas. Sus
admiradores -Ian Curtis, David Bowie, Patti Smith y Kurt Cobain- imitaron
su forma de escribir y aplicaron a sus letras la técnica del cut-up: cortar textos al azar para generar nuevos
contenidos.
Las letras de Joy Division son lo que
se considera oscuras, pesadas, quizás un reflejo del alma de quien las escribió, como lo es toda obra de un artista. “Para
mi Joy Division era acerca de la muerte de mi comunidad y de mi infancia. Era
completamente irrecuperable”, dijo Bernard
Sumner,
guitarrista y tecladista del grupo. Burroughs solía decir que “el lenguaje es
un virus” y creía fervientemente que esa enfermedad había afectado la mente y
cuerpo de todos los hombres. En su caso, fue su único medio de salvación:
escribir, escribir, escribir. Tal vez no fue el caso de Ian Curtis, que la
oscuridad pudo más, aunque su legado haya quedado para salvar a otros: inundado
de arte y música. Fue admirador de Franz
Kafka, J. G.
Ballard,
estudioso de Sastre, un obsesionado del nazismo, un soñador y miedoso del
divorcio, tema que lo llevó a escribir “Love Will Tear us Apart”,
frase que aparece en su lápida. Un sensible, un escritor, un poeta. “En
vivo, nos manejábamos visualmente viendo a Ian bailar”, dijo Sumner.
No todos los finales son felices: las
adicciones de Ian Curtis, sus problemas de salud, la depresión y epilepsia que
no le permitió terminar sus últimos recitales –como teloneros de los The Stranglers, perdió el
control, tiró la batería y tres días después intentó suicidarse con una
sobredosis de fenobarbital- llevaron a que el poeta de Manchester se
suicidara en la cocina de su casa, con una soga para colgar la ropa. Puso el
disco The Idiot de Iggy Pop, le escribió una carta a su mujer
y decidió terminar con tanto sufrimiento de la manera más trágica y triste.
Se fue muy temprano, con solo 23 años. “El suicidio nunca es bueno. Es una
maniobra cobarde, Oh hermanos”, escribió Burroughs.
Fiel admirador de Lou Reed, Curtis fue
comparado con Jim Morrison. En Touching from a distance, Deborah
Curtis plasma la vida de Ian. El título del libro es una frase presente en una
de sus principales canciones, “Transmission”. Curtis utilizaba los libros para
calmar o potenciar sus cambios de humor. “Todo el tema estaba culminando en
una obsesión mental y física”, cuenta su mujer: “Creo que todos
esos libros le alimentaron su costado más triste”.
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