sábado, 1 de febrero de 2014

La fantasía, más real que la realidad

La magia abunda y el lugar funciona como un mundo paralelo. Lejos de la violencia, lejos de las guerras, lejos de la mentira y más lejos aún de la oscuridad. Porque acá todo brilla, los besos no son pocos y los abrazos son miles. La condición para entrar es sonreír, el que no sonríe no entra. La clave del éxito, hacer lo que cada uno tiene que hacer. Y ponerle empeño, coraje y ganas. Estar ante todo, a la disposición del otro para que este disfrute y goce de los colores vívidos, las luces de los fuegos artificiales, de las flores que decoran todo y los castillos imponentes que deslumbran con animales vivos, canciones bonitas y bailes largos.
Y las ganas de disfrutar en este paraíso lejano a la realidad pero cercano a otra realidad, tan real como la otra o tal vez más real aún; más real porque está inundada de la inocencia de los más chicos, más real porque es pura, sincera, producto de los sueños y resultado de volver esos sueños realidad. Ratones que les dan la bienvenida, perros que hablan, ogros que se enamoran, princesas que rompen sus hechizos y pueden ser felices, leones que contemplan la naturaleza, sirenas que quieren conocer otros mundos… todos se complotan para hacer de todo ello un espectáculo a la vista, un regocijo a la imaginación. Los oídos también se deleitan, ya que no hay un minuto de silencio. Las canciones los acompañan, son fieles a las películas que retratan y hacen que uno se mueva al compás de ellas, dándole más ritmo al mundo donde reina la ilusión.

Once almas dispuestas a vivir esto como si fuese real. Porque de alguna manera, lo es. Fue pensado para que lo fuera. Los niños de adentro salen con fuerza y se liberan para reír, cantar y bailar a la par de los ratones gigantes y las princesas de verdad. Y reinan los manjares, las pastas italianas, los mariscos frescos, las hamburguesas locales y los mozos, que como todo en Disney, son alegres y serviciales.


Es un mundo utópico y diferente al cotidiano que nos espera en la Argentina, pero por qué no, es un ejemplo para todos, para sonreír más y pelear menos, para saber que si uno quiere, las cosas pueden funcionar como deberían. Para entender que si dejamos fluir nuestra imaginación y no reprimimos nuestra creatividad, pueden existir otros mundos donde las cosas más impensadas, son posibles. Disney, ese mundo distinto, especial. Pensado para los niños pero en el fondo, hecho para los adultos. Para que estos entiendan, que a la larga, las cosas son más simples. Que el mundo, a fin de cuentas, es mucho más lindo de lo que nosotros creemos. Más original y fantástico. Que cada uno puede hacer su historia, inventar sus cuentos, crear calles, trenes, planetas, mundos submarinos. Y que en ellos se puede vivir y soñar, porque claro, esos sueños algún día pueden convertirse en realidad.

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