La
magia abunda y el lugar funciona como un mundo paralelo. Lejos de la violencia,
lejos de las guerras, lejos de la mentira y más lejos aún de la oscuridad.
Porque acá todo brilla, los besos no son pocos y los abrazos son miles. La
condición para entrar es sonreír, el que no sonríe no entra. La clave del
éxito, hacer lo que cada uno tiene que hacer. Y ponerle empeño, coraje y ganas.
Estar ante todo, a la disposición del otro para que este disfrute y goce de los
colores vívidos, las luces de los fuegos artificiales, de las flores que
decoran todo y los castillos imponentes que deslumbran con animales vivos,
canciones bonitas y bailes largos.
Y
las ganas de disfrutar en este paraíso lejano a la realidad pero cercano a otra realidad, tan real como la otra o
tal vez más real aún; más real porque está inundada de la inocencia de los más
chicos, más real porque es pura, sincera, producto de los sueños y resultado de
volver esos sueños realidad. Ratones que les dan la bienvenida, perros que
hablan, ogros que se enamoran, princesas que rompen sus hechizos y pueden ser
felices, leones que contemplan la naturaleza, sirenas que quieren conocer otros
mundos… todos se complotan para hacer de todo ello un espectáculo a la vista,
un regocijo a la imaginación. Los oídos también se deleitan, ya que no hay un
minuto de silencio. Las canciones los acompañan, son fieles a las películas que
retratan y hacen que uno se mueva al compás de ellas, dándole más ritmo al
mundo donde reina la ilusión.
Once
almas dispuestas a vivir esto como si fuese real. Porque de alguna manera, lo
es. Fue pensado para que lo fuera. Los niños de adentro salen con fuerza y se
liberan para reír, cantar y bailar a la par de los ratones gigantes y las
princesas de verdad. Y reinan los manjares, las pastas italianas, los mariscos
frescos, las hamburguesas locales y los mozos, que como todo en Disney, son
alegres y serviciales.
Es
un mundo utópico y diferente al cotidiano que nos espera en la Argentina , pero por qué
no, es un ejemplo para todos, para sonreír más y pelear menos, para saber que
si uno quiere, las cosas pueden funcionar como deberían. Para entender que si
dejamos fluir nuestra imaginación y no reprimimos nuestra creatividad, pueden
existir otros mundos donde las cosas más impensadas, son posibles. Disney, ese
mundo distinto, especial. Pensado para los niños pero en el fondo, hecho para
los adultos. Para que estos entiendan, que a la larga, las cosas son más
simples. Que el mundo, a fin de cuentas, es mucho más lindo de lo que nosotros
creemos. Más original y fantástico. Que cada uno puede hacer su historia,
inventar sus cuentos, crear calles, trenes, planetas, mundos submarinos. Y que
en ellos se puede vivir y soñar, porque claro, esos sueños algún día pueden
convertirse en realidad.
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