domingo, 16 de febrero de 2014

Tus ojos

 Mirame a los ojos y tratemos de olvidarnos del mundo. Solo por unos segundos, solo por unos minutos. Mirémosnos en la eternidad de ese momento y congelemos lo que sentimos para luego recordarlo, para luego sostenerlo en el tiempo, para petrificarlo por hoy y por siempre, para entender lo que no se puede entender y ver lo que pocos pueden ver, pues todo está ahí, en esos ojos, en esa sonrisa de ojos, en esa mueca de ojos, en ese brillo y ese color y esa luz que esconde toda la inseguridad que no quiere sentir, que se despoja de toda sensación morbosa que no nos deja disfrutar y nos aleja de ese miedo ridículo e insoportable -y más que nada doloroso- de pensar que en la vida no es fácil ser feliz. Que pocos pueden serlo. Que es un destino y no un camino. Que la felicidad está hecha para pocos y que esos pocos son exclusivos. Pero qué error es ese que tan lejos está de la realidad. Porque todos podemos ser felices, solo hay que quererlo. Y es que solamente con contemplar la naturaleza se puede ser feliz. Con agradecer los regalos de todos los días, el sol que se asoma por la ventana, el abrazo de tu mamá, la visita de un amigo, el beso que nos dimos ayer. Es más simple, claro, si nos miramos a los ojos, devuelta, y olvidamos de todo lo que tenemos alrededor. La vida es un regalo y se nos fue dada para disfrutarla, exprimirla, vivirla como más nos guste, como más felices nos haga, y cuánto más amor haya en ella, indudablemente más sonrisas voy a ver en vos.

El pasado es pasado. La historia es historia. Vivamos con eso porque forma parte de nosotros y nos hizo lo que somos hoy, todas esas personas, abrazos y vivencias nos trajeron hasta acá. Demos gracias y brindemos por eso entonces, porque hoy, bajo la lluvia y la luz blanca de la luna que nos baña, nos damos la mano y entendemos, una vez más, lo linda que es la vida. Lo valiosos que son los momentos que nos regalaron que quizás ni siquiera los merecemos… pero evidentemente hay alguien ahí, velando por nosotros las veinticinco horas del día o más. Sonriendo por nosotros y soñando con que seamos felices. Hoy y de vuelta, claro, siempre. Abracemos al pasado entonces y lo que nos priva de seguir viviendo el presente, dejémoslo ir. Porque el presente se vive y del futuro se sueña, pero no se puede vivir y soñar si seguimos atados a eso que no nos deja vivir en paz.

Paz. Paz adentro nuestro, paz afuera nuestro, paz mental y emocional. Eso es lo que se necesita para vivir… en paz. Tranquilidad y seguridad en nosotros mismos y confianza en el otro. De que no te quiere lastimar, solo te quiere querer. Solo te quiere conocer. Solo te quiere valorar y entonces entender, que hoy, tal vez es una excusa más para ser un poco más felices de lo que éramos ayer.


Se miran de vuelta y es inevitable sonreír, porque a lo lejos el sol se esconde en el mar. Les da ese calor que necesitan para sobrevivir. Y bajo un haz de luces y sombras, el sol se vuelve naranja, el mar dorado, la arena blanca. Las estrellas metálicas y a la vez cálidas los rodean en esa noche de cariño. Y qué mejor que compartir esa necesidad de vivir, de ser feliz; esas ganas de disfrutar con el corazón y abrazarse con el alma. La lluvia cae, los moja, los empapa y juntos, cada uno con sus miedos e inseguridades, con sus angustias y defectos, tan imperfectos como son, se miran. Porque en esos ojos están ellos dos, queriéndose. 

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