jueves, 11 de abril de 2013

Ya sin culpa


Con sus ojos negros y su campera color café camina por las vías dejando atrás una traición y algo que se parece a todo menos a la culpa. Los árboles lo reciben y al menos ellos le indican que está haciendo las cosas para atrás. Bueh, por lo menos alguien se da cuenta. Siempre dejando para mañana lo que puede hacer hoy, pero cómo hacer para pedir perdón cuando no hay remordimiento. Pisa entre los rieles como quien pisa para no pisar sapos mojados. De vez en vez levanta piedritas del piso y las tira adelante suyo. O a los costados. Pero sin apuntar a nadie ni a nada, no existe un blanco porque no quiere golpear. No siente bronca o enojo o felicidad. Dicen que la traición debería doler adentro, pero lo que le duelen son los zapatos que le aprietan el pie. El sol le molesta un poco y le da calor, pero sin él tendría frío, así que mejor así. Allá lejos hay un par de nubes, quizás se viene la lluvia. Y buen, si es así seguramente ella le diga de ir al cine y él seguramente le diga que sí. Como si nada hubiera pasado, como si esta tarde no hubiese existido, como si él tuviese el control del tiempo y lo hubiese frenado a su gusto. O no, más que eso, como si después de haberlo frenado lo hubiera BORRADO, sin dejar ni un puto rastro en su memoria, eliminándolo de esos archivos que quedan en él para hoy y para siempre. Por eso no siente culpa... ahora ríe y entiende. Suspira aliviado porque reconoce el poder que tiene sobre sí mismo, el descaro para lastimar a otros sin siquiera lastimarlos... porque nunca sabrán de aquello. Sigue caminando por la vía de lo más campante y feliz. Mirando el cielo y pensando qué película está en cartelera para ir a ver hoy con ella. Sin saber, claro, que atrás el tren avanza a picadas y sin frenar. 

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