Cuando
por primera vez escuché hablar de la “democratización de la justicia” y todo lo
que implica, pensé que se trataba de un chiste. Que un ingeniero elegido por el
pueblo pudiera elegir un juez, que las cautelares perdieran valor, que el poder
de los jueces se redujera de forma semejante. Que la justicia se convirtiera en una herramienta de
injusticia. Me duele ver cómo poco a poco vamos perdiendo la libertad.
No me queda más que rogarle a Dios que intervenga y que por favor proteja lo
poco que nos queda como país digno y noble. De alguna manera quiero seguir
creyendo que es un chiste, pero la realidad me golpea en la cara cruelmente y
sin piedad.
Sí,
es cierto que pocas veces las protestas llegan a algún lado en concreto. Sí, es
cierto que el voto es más fuerte que una cacerola. Sí, es cierto que la gran
mayoría no va a las marchas y se quedan en sus casas o vaya uno a saber dónde.
Es verdad que a la larga los políticos hacen lo que quieren y tienen la última
decisión. Es verdad que llegaron al poder democráticamente y que mucha gente la
votó. Es verdad que en este mundo, lo único que no se perdona es decir la verdad. Es verdad que muchos perdieron la esperanza, otros tantos ya no tienen fe
y que muchos bajaron los brazos.
Pero
también es cierto que cientos de banderas flamean hoy en distintos puntos del
país rogando por justicia. Es cierto que los gobernantes están viendo cuánto más lejos puede llegar la ambición de su poder y que hay miles de personas que ruegan por
esa libertad que se les quiere ser arrebatada. Es cierto que hay una gran
mayoría que todavía tiene esperanza de que las cosas pueden cambiar. Esperan ante
todo pronóstico y evidencia, que sean escuchados. Es cierto que hoy el pueblo se levanta
pacíficamente y grita. Reclama que se le respeten sus derechos como ciudadanos, y como partícipes de una república democrática que va perdiendo todo tipo de
democracia, sufre. Los dueños del poder están jugando con la justicia.
Sigan manejando Audis mientras la gente se mata en los trenes. Vivan en sus mansiones, mientras los pobres que tanto defienden siguen construyendo villas. Sigan comprándose trajes de Armani, que mientras, los inundados lloran por haberlo perdido todo: su pasado, su presente y su futuro. Sigan hablando a los cuatro vientos, que mientras, el pueblo es oprimido y silenciado. Sigan mintiendo. Total la verdad es dibujada, distorsionada y manipulada. En fin. Hoy digo que me da vergüenza vivir acá, donde la justicia es un juego y los que roban se convierten en los líderes de un país que se llama a sí mismo democrático. ¡Basta! Por favor, basta.
Nos
roban en la cara. Mienten, nos desafían. Ya perdieron el pudor, no tienen vergüenza
de nada. Pero hoy, queridos no tan queridos, hoy el calor de la gente se siente
en la calle. Mientras ustedes se esconden en sus cuevas, sus despachos, sus
casas, ríen mirando los noticieros o lloran leyendo los diarios, la verdadera
voluntad está acá, en una Argentina que quiere ser libre. Yo que ustedes no me reiría tanto. No robaría ni
aplicaría semejante corrupción. La verdad termina reinando. A la larga, siempre
se hace justicia. Disfruten mientras puedan, pero sepan que nada es para
siempre. Solamente la muerte después de la vida. Y ahí sí que se les va a complicar la cosa.
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