martes, 12 de marzo de 2013

Las palabras pudieron más


Oh no, por favor que no comience la tortura. Por favor, aléjate de mí, tú que vienes con el frío, los cambios fuertes de temperatura. Ayer era verano, hoy es algo parecido al otoño. Vuelve, calor, con los rayos del sol que todo lo calientan. Vete, viento fuerte, que traes contigo angustia y resfríos. Y ni hablar de vos, hablemos de vos, que apareces cuando camino un poco más rápido o subo una escalera. Se cierran los pulmones y cuesta respirar, porque los alvéolos son chiquitos, el espacio para que viaje el aire es cada vez menor y se hace difícil respirar. Alergias, esas que no le permiten desarrollarse plenamente, esa que no le permite sonreír como quisiera, esa que no le permite explayarse por los jardines y jugar debidamente al tenis. Primero está el aire. Después viene hablar, sonreír, comer, moverse. Sin aire, sin embargo, nada de todo el resto es posible. Cantar y bailar, ni hablar. Asma, tú que ya formas parte de sí, que ya estás incluido dentro de sus rasgos y su personalidad, esa deficiencia sin la cual no sería como es hoy. Quizás un poco más débil, tal vez menos tolerante al dolor. Por ahí, quién sabe, menos agradecida a la vida. Pues cuando no respira, ve blanco. Cesa de respirar por unos segundos y nada es como lo era. Los árboles pierden el color, el agua no calma la sed, la comida deja de tener sabor. Cuando hay aire, en cambio, la música tiene otro sonido. Las cosas empiezan a tener sentido, pues una de las necesidades básicas está cubierta. Exaspera un poco saber que hay tanto aire que la rodea pero que no puede entrar en ella. Pero quién dice no saldrá de esta. Quién dice le enseñó a ser lo que es hoy. Quién dice, también, amó tanto a su enfermedad que la convirtió en un aliado, y es el día de hoy que no se puede despegar de ella. ¡Ya es hora! ¡Ya viniste a hacer lo tuyo! Andate por favor, como te fuiste cuando vino el sol. No regreses con el invierno, no ataques con las flores otoñales, dame un poco más de libertad, la que me permite moverme y vivir lejos tuyo. Ni siquiera te asomes. Ya te veo, con tu capa negra escondida atrás de un árbol. Pero querida, lo siento. El calor del sol puede más. Y mi capacidad para expresarme, te supera. 

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