Y
qué te está pasando querido amigo mío, por qué estás tan solo, tan lejos, el
camino te es lejano y los sueños ya no existen para vos. Qué cuento habita hoy
tu pensar, qué miedo perturba tu mente, qué añoras con lo más profundo tuyo. Y es
que sigues añorando, oh mágico portavoz de una voz que no habla pero ruge,
dueño de ojos negros que ya no ven la sonrisa en el sol. “Con felicidad yo canto” y tu canto se diluyó
como se diluye una gota de tinta en un mar de lágrimas. Nostalgia que de bello
nada tiene, dolor más profundo que el que sufre el abandonado, pena más triste
que la soledad. Hoy tus pasos tienen un único rumbo, el olvido, caminas para no
volver, corres sin fuerzas, hacia un fuego que no calienta, una noche que no
acoge ni a la más mísera estrella. Hoy el agua no te sacia la sed, la fruta no
mata tu hambre. Los amaneceres son redundantes y el atardecer indica que llega
la noche, y con ella, la desesperación. Tu corazón palpita y no le encuentras
un sentido, ay amigo del alma, si tan solo vieras qué valiosa es tu alma,
cuánto goce hay a tu alrededor, cambia esa mirada agonizante pues hoy es el día
para ser feliz. No mañana, no te regocijes con las alegrías del ayer, no te
hundas en un túnel sin salida, no creas que las pasiones que matan tengan
finales abruptos, violentos, dramáticos. No es que sólo así sea romántico, no
solo lo trágico es memorable a los sentimientos. No estés solo. Acompáñame a mí
en esta paupérrima vida que llevamos por separado, quiero saber qué amas y qué
te hace feliz. No se puede sobrevivir en semejante desdicha, por qué dejar que
nos carcoman las bestias que todo lo devoran, impiedosamente, sin
remordimiento, sin pena. Únete a mi llanto y lloremos juntos, pues la luna nos
acompaña y se le escapa una sonrisa, ya que junto con los astros, entienden lo
que es invisible a nuestros ojos: juntos nos odiamos, y separados, nos amamos.
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