Son
las experiencias las que incitan a escribir, y el amor, a vivir. Hoy, con
centenares de corazones que celebran sus ochenta y cinco con él, levanta la
cabeza y con esperanza dice que aún en semejante dolor, aún con semejante
pérdida y después de tantas noches sumergidas en llanto, la vida es digna de
ser vivida. Un regalo demasiado valioso para dejar pasar, así que con voluntad
y convicción decide aferrarse a ese don y exprimirlo. No fue feliz, es feliz. Porque
hay sonrisas que le dibujan un porvenir, hijos que confían en la unión, amigos
que como amigos, son fieles a la lealtad y leales a la fidelidad. Y aunque el
amor de su vida ya no esté, aunque la razón de su existencia se haya esfumado
como el humo y con el viento, aunque el sol de sus mañanas y la luna de sus
noches hayan desaparecido de forma repentina y sagaz, ella está más cerca aún, duerme
con él, respira a su lado, llora cuando llora y sueña cuando sueña. Lo ama más
que ayer y no se sorprende de verme cada vez que me la encuentro en sueños. Hoy
algo cambia, todo el sufrimiento recobra sentido y la mirada frente al mundo da
una vuelta al costado. Fuimos hechos para amar, entonces amemos. Él la amó y
ella lo espera, canta con los ángeles y se regocija con el sol. Porque algún
día estará con él, algún día estaremos todos reunidos, de vuelta, y los tesoros
de hoy no se comparan con los tesoros de mañana. Es ella quien le sigue
apostando a un Cielo eterno. Vivieron un amor sin condiciones, un amor en
MAYÚSCULAS, un amor para siempre. Un amor de verdad, que todo lo arriesga y todo
lo puede. Esta vez la palabra amor no abunda, no se excede, no exagera. Porque tiene
una connotación y un significado en sí mismo, no es estéticamente redundante y
no molesta a los lectores. Porque supieron amar, y para eso fueron hechos. Amar
a los pájaros, al viento, al mar y a las flores. Hoy reina la fiesta, siempre
hay razones para llorar y más de mil para reír, dejemos de lado la oscuridad
para deleitarnos en el regocijo del amor. Si son merecedores de semejante
felicidad o no, no lo sabe. Pero son felices al fin, y se atreven a serlo. En esta
jornada nos nutrimos de los recuerdos, son bonitos y sensatos, mas a posar la
mirada en el futuro, que desafiante y atractivo se asoma para que nos inundemos
en él, en su canto que es un clásico tango. Ya que no está solo, los corazones
terrenales lo aman y los ángeles celestiales velan por él. Bailemos al son de
la música pues y soñemos con la playa, que de alguna manera, refleja su belleza
y todo lo que fue.
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