domingo, 2 de junio de 2013

Un país que cae en ruinas

Un rabino intelectual que cree en el cambio y dice que no todo está perdido. Las cosas están asquerosamente mal, pero eso no significa que estemos estancados y hundidos en un pozo del cual no podemos salir. La esperanza siempre está, necesitamos unirnos en nuestras diferencias y hacerle frente a los que están destruyendo este país. Es deber de los adultos demostrarles a los jóvenes que todavía se puede salir adelante, y con el ejemplo, encaminarlos hacia la participación política. Cómo hacer que los ciudadanos civiles nos convirtamos en ciudadanos políticos sin necesariamente conformar un partido, se pregunta la audiencia.

Combina la metáfora con la ironía y juega con las paradojas, solo los viejos entienden.

El país, dice, ya no tiene problemas políticos –y psiquiátricos-, sino teológicos. Estamos frente a una secta que se creyó su propia mentira. Todos los gobiernos fueron corruptos, pero al estar frente a una sinvergüenza que no tiene cuidado con sus formas y hace todo tan denigrantemente, esta vez todos nos damos cuenta.  

El país está enfermo. Está en una camilla en terapia intensiva. Hay cuarenta millones de especialistas en diagnóstico que dicen cómo hay que tratar al moribundo, qué tratamientos hay que aplicarle, qué es lo que hay que hacer, qué es lo que tienen que operar. Mientras los expertos discuten, disienten y confrontan sus opiniones, el paciente se muere. Hay diagnóstico, pero no hay cirujanos. Hay palabras, pero no hay acción. Y cuando alguno que otro se acerca para tratarlo se da cuenta de que no puede: es mucha la sangre, los huesos están expuestos, es todo muy impresionante. Cuando nadie mira, entonces, entra el carnicero con su cuchillo, lo corta en mil pedazos y se lo lleva. Se lleva a cuestas al país, enfermo, muerto, asesinado.

Sí, hay una periferia de pobres, aclara. Pero también estamos rodeados de gente rica. Rica en posibilidades, conocimientos y virtudes que por miedo a actuar, por miedo a hablar, se quedan callados. En lugar de unirse permanecen aislados. Tratá de salvarte solo y vas a hundirte. Hay pocos peronistas argentinos que conocen el peronismo en profundidad, pocos radicales que conocen el radicalismo. Hace falta una alianza fuerte que trascienda todo tipo de ideología, que como dice, no está tan arraigada como parece.

No es la tarea de los jóvenes hacer todo lo que la otra generación no pudo hacer. Debe ser esta la que impulse el cambio; seguramente no pueda ver las cosas nuevas, pero no es justo que los jóvenes carguen con una mochila que no les pertenece. Sus ojos vislumbran un sueño, el de una madre diciéndole a su hijo “me enorgullecería que fueras diputado”.  

Signos de aprobación entre el público, ancianos que están cansados de esperar un milagro, sería infantil pensar que algo así ocurriera, por más Papa argentino que tengamos, él no va a hacer lo que nosotros no nos animemos a decir. 

Amigo del papa de Roma, habla afectuosamente de su rabino. La Argentina busca ídolos, no ejemplos, y el Papa es un ejemplo. No es el Papa de Argentina, es el Papa del Vaticano. “Cuando lo vi por primera vez, pensé que era Bergoglio disfrazado de Papa”. Busca ante todo la unión en el amor, el respeto por las diferencias y la alianza de todos. Entiende el poder como una vocación de servicio. Y en este sentido, todos necesitamos querer tener poder.

Con sus túnicas rezó sus oraciones en Roma mientras Francisco daba su primera misa. Es judío y cita no solo la Biblia, sino también el Nuevo Testamento. Cree en la unión de las religiones y las oraciones a un mismo Dios a través de distintos caminos. Se comprometió con la política y como a todos, le da lástima ver cómo poco a poco el país va cayendo en ruinas. 

*Citas e ideas de Sergio Bergman 

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