“Todo era para reírse.
O bien todo era una gran risa y a eso le llamaban historia”,
Rayuela, Julio Cortázar
Rayuela, Julio Cortázar
Me despierto un martes, toso un poco, camino en medias hasta
el baño, me empapo la cara, me seco con la toalla y me miro al espejo. Cómo
llegué hasta acá, en qué momento pasó la vida, cómo es que la vida sigue
pasando en contra de mi reloj, en contra de tus tiempos, en contra de los bebés
que nacen, de las estrellas que se apagan, de los viejos que mueren, de la vida
que como una tragedia se pasea por las vías del tren, jugando con la muerte
todo el tiempo, riéndose de los débiles, haciéndonos acordar que todo esto es
un absurdo. Que la gente sufre, se enferma, tiene hambre. Tienen al amor de su
vida en frente pero no pueden estar con él. Tienen todo para ser feliz y se
lamentan, lloran. Tienen salud, pero el corazón lo tienen roto. Tienen un mundo
esperándolos queriendo ser recorrido: océanos donde nadar, especies para admirar;
quieren sumergirse en cien ciudades, leer libros, ver películas que les pueden
llegar a explicar –o al menos los van a acercar- al sentido de todo esto. O es
bien todo una gran risa, por no llamarlo miseria. Crímenes pasionales, ciudades
inundadas, campos, kilómetros de verde y tu alma esperando ser amada. La vida:
un árbol en medio de un desierto. ¿Será eso? ¿Será eso, todo eso que pasa
mientras dormimos, mientras soñamos? Tal vez son los sueños que soñamos… tal
vez… ¿estará ahí escondida la verdad? ¿En la atmósfera, en lo más profundo del
mar? ¿Adentro de eso que creemos son nuestros corazones? Aprender a vivir
porque nadie sabe vivir, mirarme de vuelta en el espejo y preguntarme quién
soy, qué son las cosas que me hacen sonreír, cómo crecí, en qué creo, en quién
creo. Tantas ciencias, tantos estudios, tantas encuestas, tanta política para
que al final se siga remitiendo todo a este punto infinito que jamás podremos
alcanzar. La semilla, lo que nos engendra, lo que nos mueve, lo que mueve tus
manos, tu incoherencia, tu pesar. ¡Qué patético sos, cómo dibujar tu
personalidad ridícula, cómo poner en palabras tus gestos turbios, tus actitudes
que van en contra de tus deseos, tus deseos que se contradicen con tus
principios! ¡Es que no tenés principios! Evidente la falta de caballerosidad:
nada peor que un tipo o una tipa sin principios. Hasta los ladrones y corruptos
tienen sus propios ideales. ¿Pero (perdón por tanta pregunta sin respuesta)
realmente creemos que esto sería interesante si todas estas preguntas tuvieran
una respuesta? Si en el libro santo estuviera la receta escrita, la fórmula de
la felicidad, la Sabiduría
con nombre y apellido, el porqué de la vida, el famoso sentido o el Gran
Absurdo, entonces nadie querría vivir, porque lo mismo daría estar muerto. Por
eso seguimos buscando, me sigo despertando todos los días creyendo que sé un
poco más de todo pero entendiendo cada vez menos. Porque mientras todo esto
siga girando, mientras te escuches y por lo menos algo te prenda fuego,
mientras ese fuego te queme el alma –ya sea el del amor, el de tus desesperadas
ganas de andar- seguiremos viviendo, seguiremos buscando, sorprendiéndonos de
las mil maravillas, asombrados por la belleza de un pájaro que vuela sobre el
mar, escribiendo, cantando, pintando, escuchando la música que toca el mundo y
riéndonos de la historia que nos envuelve para no llorar.
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