El amor se mira y no se toca
Maldito
sea el miedo, ese que aparece cuando menos lo necesitás. Te ahuyenta junto con
tus deseos y hace que todos los colores se conviertan en putas sombras, y las
maldice porque inevitablemente la paralizan, no la dejan actuar, no la dejan
ser ella misma. Es inevitable no reaccionar y no mostrarse tal cual es,
miedosa. El miedo corta más profundo que las espadas, por qué se lleva consigo
toda la inocencia y la ingenuidad, dejando en su lugar escepticismo y desconfianza.
Es por culpa de su sensibilidad extrema que no quiere sufrir, porque claro,
moriría en el intento. “El que no arriesga no gana, pero el que arriesga puede
morir por amor”. No sabe entonces cuán dispuesta está a someterse a semejante
revuelco de sensaciones, porque no sabe con certeza a lo que se expone. Habló
del amor toda su vida, escribió poemas e historias invocándolo, lo odió en
canciones y lo admiró en boca de sus héroes, mas cuando se trata de vivir eso
en carne propia… está al borde de la abstención. Por qué, se pregunta, esta vez
entre lágrimas. Por qué tanto miedo, dónde se fue toda esa seguridad que ayer
te envolvía, que toda tu vida te identificó. Basta de maltratos, basta de
ironía, basta de sarcasmo. Basta de todo.
Entregate
a eso que algún día podríamos llamar amor. Que hoy, pues, es cariño.
Y
entonces deja la cabeza de lado, actúa un poco por impulsos y se concentra
solamente en sus pasiones. O ni siquiera se concentra, pues estas actúan de
manera libre, sin ataduras, locas se vuelven y están movidas por la
espontaneidad. Ahí, entonces, se permite los besos, los abrazos y admite que se
gustan. Que están dispuestos a jugarse un poco más de lo que estaba dispuesta
ayer. Que ya no le molesta lo que entre armas y golpes le dijeron, que puede
meterse de lleno en esta rueda que comienza (circular) y que si ha de sufrir,
pues cargará con el dolor en su momento.
Que
el miedo no te prive de vivir.
Se
habla a ella misma, pues no puede controlar sus pensamientos. Esos que siempre
estuvieron a su favor, viendo ángeles donde probablemente no los había y siendo
siempre, hasta en los peores momentos, positiva. Dándole la mano a la muerte y
siendo amiga de aquella, que ya hace rato, está del otro lado de los abismos.
Que la mente te acompañe ahora también entonces, viendo las cosas como son:
bellas. Disfrutá como supiste disfrutar siempre. Alegrate que siempre tuviste
infinitas razones para sonreir, y hoy tenés una más.
Sonreí,
también, porque tenés esa hermana que te da la tranquilidad que vos no encontrás
en vos misma.
De
vuelta, abrí tus brazos que el amor es como el mar. Inmenso, infinito, y una
vez que te moja no querés salir, querés quedarte en cambio y seguir
descubriendo su esencia, sumergirte en él y abrazarte con las olas. Evoquemos entonces, ese día en que juntos, cuando Dios así lo quiera, nos tope con el
amor.
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