Es desaforado, y quién diría,
loco. Como a todos, le llama lo prohibido, el NO se transforma en una necesidad
humana implacable y básica de que le digan que sí. O al menos un tal vez. Pero ella es dramática y como
diría Borges, asquerosamente sensible. Es una de esas personas que priorizan
las pasiones, se dejan llevar por lo que sienten, lejos está de medir las
consecuencias, no conoce sus límites y actúa por impulsos. Como actuaría un
inocente, o un animal romántico. Y qué mejor.
Está cerca de las alegrías más
grandes y roza las tristezas más insoportables. De no hacer lo que hace, no la
lastimarían de forma semejante. Pero de no hacer lo que hace, se quedaría
siempre con la duda devastadora de no saber qué hubiera sido de ella, de su
vida, del amor que podría haber alcanzado y que por miedo, lo perdió.
Es rubia, sexy, precoz y si quiere,
puede tener el mundo a sus pies. Porque para ella todo es una cuestión de
actitud. El mundo la ve como se ve ella a sí misma: segura, única, con la
personalidad suficiente como para plantarse frente a alguien y desnudar su
alma, abrirse y quedarse ahí, a la intemperie, sin abrigo, sin paraguas, la
tormenta la acosa y los vientos la revuelven, los rayos la lastiman y la lluvia
la moja, pero no importa, porque habló, se animó, y lo más lindo de todo es
que volvería a hacerlo. Hoy, mañana, y las veces que hagan falta.
Es ingenua y va a aprender del
error. Nadie le explicó cómo funcionaba esto, no hay libros que le enseñen a
uno cómo actuar frente a las adversidades, no hay películas que ilustren
situaciones cotidianas y nos enseñen cómo decir lo que sentimos, hay infinitas
canciones, pero ninguna nos cuenta cómo hacer para vencer al miedo, soportar el
rechazo, seguir a pesar de los fracasos, levantarnos después de tropezar una,
dos, o tres veces. Nadie nos dijo que nos iban a romper
el corazón así. Y nadie, claro, nos dijo que éramos tan vulnerables. Indefensos.
Víctimas de la desolación y rehenes de amores que nunca van a ser nuestros.
Y seguramente la vean con ojos raros, seguramente
la cataloguen como una loca, sacada y de más. Porque no hace lo que hacen
todos. Lo dejó todo por algo que ni siquiera ella sabía con certeza que lo quería.
Por ser distinta, la lastimaron. Por
hacerle caso a sus sentidos, la razón le declaró la revancha y se le puso en
contra. Por dejarlo todo, perdió mucho. Y sabe que el que no tiene nada, ya no tiene
nada que perder. Así que eso poco que le queda, está dispuesta a volver a
jugarlo. En otra ocasión, con alguien más, y quién diría, mejor.
Jugarlo, sí, pero esta vez, por
alguien que lo valga.
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