El mundo que no frena porque si frena no produce. El hombre que no se aquieta porque si se aquieta no consume. La mente que no para porque si para no maquina. Las piernas que no descansan porque si descansan no avanzan. Pero el viento en algún momento frena, el pájaro anida, las gallinas ponen huevos, la lluvia apacible cesa y hasta el tigre en algún momento abandona su presa y se va a dormir. El sol y la luna desaparecen por un rato y las ballenas bordean el océano. El tren ruge al avanzar y el hombre avanza con él, nadie quiere quedarse afuera del monstruo que si lo miras mal te roba el oxígeno y si no lo respetas, te roba la vida. Una paradoja más para quien en lo absurdo encuentra lo cotidiano, para quien en lo oscuro descubre el placer, en la enfermedad una gota de temor. Cínico. Mas hay que irse lejos de la turbulencia para encontrar la paz. El exceso de movimiento enloquece y las ventanas reflejan una realidad envuelta de humo gris. Triste como quien en una bolsa de basura y cáscaras de banana encuentra un perro muerto. Menos clases y más parques, que bajen las obligaciones y suba el verde. El corazón palpita acelerado, y con él corren los malentendidos, se deslumbran los tropiezos y la siesta brilla por su ausencia. Las canciones de los grandes quedan atrás, los clásicos literarios se apolillan en los cajones, las verdaderas riquezas espirituales escupen polvo y se ponen amarillas. Vira la atención de todos mientras se atan las corbatas y se abotonan los sacos, los anteojos dejan que trasluzca la verdadera identidad de esos ojos que anhelan verde, y el pelo se vuelve gris. Como el humo de la ventana.
lunes, 15 de octubre de 2012
Luchemos por más verde
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