lunes, 10 de septiembre de 2012

Vuelta de tuerca

Que el chico no se caiga Martin, cuidado, cuidado. Está en el pasamanos, que vaya a la hamaca que es más seguro. Pero le habla al aire porque Martín no está. Está ella, sola y con un hijo en sus manos.

Va caminando por el jardín del río al lado de los juegos y se pregunta si fue lo mejor dejarla... la extraña. Le duele, y era lo que temía.

Cien, doscientos, trescientos... no llego a fin de mes. Todavía me quedan las cuentas a pagar del mes pasado. Pedalea y pedalea, la bicicleta avanza y con ella la adrenalina y el llanto.

Los rayos del sol pegan en el río y se reflejan en su rostro. Me molesta que piense eso de mí. Tengo quince años, es el momento para hacerlo. Y es obvio que Juan se va a poner de su lado.

Qué hago, la invito a salir o no. La última vez me sacó cagando. No quiero jugármela para que después me salga todo mal. ¿Y si después de todo este tiempo que pasó está con otro flaco?
Imaginate si me la encuentro acá en el río con alguien... me muero.

Flavia me dijo que me iba a venir a ver acá y todavía no vino, está empezando a levantarse viento, los pescadores se abrigan. Y yo con 82 años y sin una campera. Otro día más que no apareció.

Mañana tengo un final y yo acá tomando sol y tomando mate. La puta madre no puedo disfrutar del momento.

Me preocupa que Lucas no se cura, esto no termina más. Es agobiante. Quiero traerlo al río para que por lo menos tome un poco de aire. Pero sigue encerrado en esa habitación de sanatorio, con olor y paredes y un escenario frívolo.

El cigarrillo sigue dando vueltas y sus miradas se pierden en el horizonte efímero de un río sin principio ni fin. Se marean y lagrimean.

Y abren un libro y un punto de giro.

Agarra al chico, lo lleva del pasamanos a la hamaca. Le da un beso. Ella se sube en la de al lado y de la mano, van de atrás para adelante. De atrás para adelante. El viento le acaricia la cara y le hace bailar el pelo, que suelto se deja llevar por lo salvaje del momento. Salvaje por lo que la espera. Está sola, sin Martín. Pero en definitiva lo tiene a su hijo. Paso a paso día a día, reflexiona. Y al ver al chico sonríe, porque algo fuerte le dice que juntos y unidos por amor, van a poder.

Sí, le duele. Le duele porque la extraña. Pero se queda con lo vivido y lo compartido. Con los recuerdos que nada podrán borrar y robar. Si terminaron por algo fue. Si ya no daba para más evitemos el sufrimiento. A mirar para adelante ahora, que la vida sigue y el tiempo no corre. El río sigue la corriente, los peces la carnada, los pájaros vuelan al sol.

Y entiende que está apretada. Con la plata y lo que implica. Pero venir acá es gratis. Mirar el sol es gratis, dejarse llevar por el río es gratis, disfrutar del sonido de los pájaros y ver a los chicos jugar y a los grandes abrazarse, es gratis. Y mientras todo esto así sea, ese sentimiento de felicidad permanece. Y eso la plata no me lo puede sacar. Ni hoy ni nunca.

Pero que Juan se ponga del lado que quiera. Si en definitiva yo sé que tengo razón. Si estoy con ella no es por capricho, es porque hay algo más fuerte que nos une. Que piense lo que quiera. Yo me conozco y estoy seguro de mi decisión. Lo que importa es que uno crea en sí mismo, que sea auténtico y que poco le importe lo que piensen los demás. Yo sigo mi rumbo, que los demás sigan el suyo. Como ese chiquito, que corre para atrás mientras todos sus hermanos corren para adelante.

Está ahí. No está con otro flaco, está sola. No te la puedo creer, estoy en shock. Qué hace acá, si nunca viene. Está tomando mate, como siempre. Y la mira y suspira. Y la silueta de la bella dulcinea baila al son del viento, mientras que su pollera larga cubre la canasta con yerba y torta de chocolate. Los pajaritos comen las migas que ella tan delicadamente les regala, no sin antes llamarlos por su nombre y recitarles un poema. El se acerca, decidido, cautivado, enamorado.

El sol se va y no aguanta el frío. Se levanta para irse, y en eso aparece Flavia. Llegó, algo me decía que iba a aparecer esta tarde. Vino a verme, finalmente. Se acerca y camina entre los árboles que dibujan el paisaje y le dan su cuota de movimiento y grandeza. Porque claro, el río es sumiso. Y cuando se juntan las esencias se sienten, y un abrazo dice todo lo que una madre vieja y sola nunca le dijo a una hija flaca y sabia.

Mas esto es impagable. Estar acá pudiendo disfrutar de esto es único. Mañana tengo un final, sí, pero qué es de mi si por dar un final dejo mi amigo y mi necesidad, el sol del día. Ni la cabeza me funcionaría bien. Voy a estudiar lo necesario, pero no voy a traicionar a mi primer amor. Y entonces se relaja, cierra los ojos y se acuesta en el pasto. Siente la energía de la naturaleza y entiende, que para bien o para bien, esto es vida.


Es entonces cuando decide sacarlo del sanatorio y traerlo para que disfrute de semejante inmensidad. Acostumbrado al encierro y las paredes que encarcelan, su mente y su alma se fusionan y se vuelven una, y los brazos se transforman en alas, las patas en turbinas. Vuela como un pájaro y se libera de todas ataduras. El tiempo y Dios dirán el porvenir, pero este cuerpo necesitaba este aire. Gracias ma, gracias por este momento de ilusión.

Rompe con la seguidilla y el cigarrillo deja de circular. Esto se merece vivirlo sobrio y vivirlo bien. Mis sentidos tienen que percatarse de la magnificencia de la cual estamos hablando. La música de la guitarra suena mejor, las voces son más limpias y el cielo es más celeste. Porque todo es como realmente es. Disfrutemos de esto y démosle a la manzana el gusto que tiene la manzana. Porque así se lo merece y así me lo merezco yo.

Muchas vidas, muchos mundos. Infinitas preocupaciones, ninguna conexión. Individualismo que todo lo domina, esperanza que algo suaviza, un corazón que busca la luz. "Lean lo que les apasione, será lo único que los ayudará a soportar la existencia", escribe Sábato. Todos abrieron un libro. Se volcaron en las hojas y entonces, la percepción del todo negro y tenaz, viró.

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