El
precio de las palabras fluidas es la movilización adentro tuyo. La voz que no
quiere callarse. El sentimiento de que siempre hay más por explorar y
sobretodo, la sensación de sensibilidad a flor de piel que hace que te alegres
por las cosas pequeñas y ridículas, que te deprimas por la boludés más grande y
te largues a llorar desaforadamente con la canción que ayer te parecía una mera
melodía. Mirás atrás y querés volver a vivir el pasado, repetir la niñez y
desear, haciéndole frente al destino y a toda la bendita Creación, volver a
desear, con todo el corazón, dejar de crecer. Ahora, ya. Seguramente (y por
como viene la mano, lo percibo, no te lo tomes mal, simplemente tenés cara de
"déjenme de joder solamente estaba diciendo cómo me sentía") sientas
que estás en la mejor edad de tu vida, la flor de la juventud es tu mayor arma
de conquista, te sentís ágil, fuerte, seductora, jovial. Y el tiempo te gana
sin culpa, la vida te vive, las horas crecen solas y cuando querés acordarte,
sos polvo. De vuelta. Volviste a donde habrías de regresar. Nostálgica te
dirán, melodramática, para variar. Te culparán de triste y exagerada. Pero al
menos no esperás que el futuro te alcance para ser feliz. El presente es tu
mejor momento, ya sea hoy, haya sido ayer o será mañana.
Ahora bien, las palabras fluyen como la corriente
del río en una catarata. Nada es gratis en la vida, seguramente tengas hoy el
corazón roto. O estés rebozando de alegría, que tras leer esas palabras
vestidas de melancolía, lo dudo. Mil preocupaciones habitan hoy tu pensar y
otras mil golpean tu cuerpo para que las dejes entrar, las recibas, las acojas
y para colmo, les des alojamiento y comodidad.
El regreso de ellas significó la pérdida de una
alegría. La que tenías antes de que las muy descaradas golpearan tu puerta.
Ellas no sabían que había otras sensaciones ocupando antes tu alma. Más
plácidas tal vez, y por qué no, más placenteras. Te invito a que después de
esta clase de autocrítica las sacudas de adentro tuyo. Te las arranques y puedas
ver la luz que se esconden atrás de ellas. Sí, puede ser que con ellas se vaya
la facilidad de la palabra, la magia de la prosa. Son atractivas, mas si no te
cuidás, pueden llegar a matarte. Y hacerte darte cuenta que como todos, estás
creciendo.
Ya no te sorprendés por todo. Ya no te preguntás
por el absurdo de tu existencia. Esa canción ya no te hace llorar y el sol es
simplemente sol. Creciste.
Eso sí. Vos sos dueño de tu propia cabeza, vos
elegís cómo manejar esos pensamientos que vienen sin que vos los elijas. No
dejes que te ganen, a diferencia del tiempo, los podés controlar. Empezá por
pensar que es pasajero, nada es para siempre. Seguí por entender por qué
aparecen las ideas bastardas. Peleate con ellas, (no las maldigas, eso nunca
jamás, a nadie) pero confrontate y sé fuerte. Y vas a ver, que cuando te
quieras acorda- no, no, no serás polvo. Esta vez serás feliz. De vuelt- sí,
exacto. Vas a ser eso que habrías de ser.
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