Mentiras las hay desde que empezó a girar la Tierra, y los ladrones llegaron con la venida del mundo. La tentación vino con la carne humana, la corrupción apareció con las relaciones interpersonales y la debilidad es parte de nuestro más íntimo ser. El mal siempre existió, y con él, todo lo que implica. Arrastra consigo todo lo que ve y todo aquello que puede, lo transforma. Lo que no, lo deja a la merced de la fortaleza del hombre. El discernimiento arduo entre una cosa y la otra, los valores morales que no todo lo pueden, un modelo que no siempre es modelo, una vida que cuesta llamarse vida. Derrota que muy a menudo se asoma, victoria que esboza una visita cada muerte de obispo. Y sin embargo, "que mal que estamos che", "estamos peor que nunca", "nunca vi todo tan hecho mierda", "se fue todo al carajo". No se sabe aún si es la lluvia que hace de la sensibilidad una sensación que eriza a flor de piel, pero se siente. Porque la droga ya no es droga, el alcohol ya no es alcohol, el mal ya no es el mal y robar, claro, no está mal. Y sino pregúntense a dónde está la plata que pagan mes a mes y por qué tenemos rieles del siglo anterior. Vamos che, ¡vamos! ¿Y es que verdaderamente estamos para atrás? ¿Tan para el carajo? "Buenos tiempos eran los de antes, cuando podíamos jugar en la calle y salir a tomar un helado tranquilos". Pero antes hubo guerras. Siempre hubo prostitución. "Mi tiempo todavía no ha llegado", ¿pues será este tu tiempo Nietzsche? ¿Hemos matado a Dios? ¿No tenemos conciencia ya de lo que está mal, no sabemos ya lo que está bien, es que ya joder al de al lado nos importa poco y nada? O mejor dicho nada. La gravedad del asunto se radica en joderse a sí mismos. Porque es nuestra mente la que destruímos, nuestra imagen -ante nuestros propios ojos- la que defenestramos, nuestra vida la que corrompemos, nuestro cuerpo el que matamos. Poco a poco, paso a paso, lentamente, como quien busca una muerte penosa, leal a la desesperación y hundida en el dolor. Y es así como los adultos se quejan, sin ser concientes de que somos la generación que les sucede, sin darse cuenta de que no somos más que la respuesta frente a sus decisiones, su falta de códigos y ese barro en el que escondieron sus mentiras, sus negocios, su juventud reprimida. Date cuenta de que no estás escuchando la música, esa guitarra que quiere paz para tu verdadero vos, ese árbol que acoje pájaros que te cantan a vos y nada más que a vos, esa montaña que quiere que juegues con ella. No llega el mensaje no porque no sea claro, sino porque estás reacio a recibirlo. Y como pocas veces se transforma algo en mí y empiezo a escribir en primera persona y mientras escribo transpiro porque Pavarotti canta y canta fuerte. Con las emociones a flor de piel, sí, pero una realidad que no hace más que rectificarla, verificarla, una multitud que aunque triste es vital y enérgica, pero no hace más que justificarla. Un futuro que no certifica esperanza y una esperanza que está muerta, enterrada, bien abajo y saludando a las catacumbas, esa vieja esperanza (¿qué era esperanza?) que quedará como escombros para una vida dentro de otra vida futura y muy lejana al día de hoy. Mientras tanto, buscamos libertad en una jaula sin salida, como discípulos de Sísifo escalamos sabiendo que vamos a volver a caer y nos conformamos con la tristeza en la que nos vamos sumergiendo medio concientes y medio dormidos, con un oído fuera del mar y otro adentro. Porque ahora la apertura de las personas está en no aceptar la realidad del que está al lado, y cuanto más lejos de nuestra propia realidad estemos, mejor. Cuanto más facil se nos hace ser feliz a un costo barato y consecuencias caras, mejor. Cuanto menos veamos el dolor en nosotros, mejor. Cuanto más nebulosa sea la vista, más lejos sintamos las estrellas y más ideas tengamos para componer canciones, ¡MEJOR! Que los pájaros canten y que tus besos se vayan con el mar, ese que se escapa de mis ojos entre lágrimas que no soportan ver a mis amigos desconocidos del camino matándose a droga.
Viene el invierno, cae la nieve, rugen las tormentas, el mar se pone violento, las gaviotas se van con el sol y el faro cada cinco segundos, prende su luz.