Parecen animales hambrientos en
busca de presas que se esconden. Presas exquisitas y difíciles de capturar que
se hacen desear mientras ellos, los depredadores, manifiestan deseos de
satisfacer los requisitos que implican las locuras ridículas de sus mentes que sedientas
de éxito encuentran la belleza en el logro. Sea este una excelente toma de
cámaras, una sutil proyección de luz, una espectral calidad de sonido, un
vestuario perfecto y un invitado importante. Un juego divertido y un juego con
amigas. Y risas y chocolate. Letra legible y carteles que significan todo para
alguien que lejos de improvisar, lee. No escucha, mira. No baila, canta. Cada loco
con su tema corre y –seamos optimistas- alcanza objetivos. Y si estamos en lo
mismo, el resultado brilla. Un equipo con partes que difieren una de la otra,
que se complementan en sus diferencias y disfrutan de sus semejanzas, y a pesar
de sus salidas y sus cortocircuitos, si carece una de la otra, fallan. Pero
juntas, funcionan y triunfan. Aparecen las luces y se calienta el lugar. Con las
siluetas perfectas, con los cuerpos descubiertos, con las miradas fugaces y los
choques entre personalidades fuertes. Voces que no callan nada, y con razón de
ser, lo dejan todo al descubierto. Música que acompaña el ambiente, una voz que
no suena sin volver todo más bello y más perfecto, provoca pieles erizadas y sube
los pelos. Los pone de punta. Porque revuelve emociones y saltan las olas. Rock
n roll para todos, basta de cumbia. Pero se hace lo que gusta. A veces
lamentablemente es una cuestión de números. Pero al compás de la música se
mueven, porque disfrutan lo que hacen. Y entonces comienza la fiesta. Las corridas
y los abrazos, las puteadas y las sonrisas. Porque lograron capturar la presa. Porque
cumplieron con lo pedido. Porque hicieron un show y lo hicieron bien. Porque jugaron
un juego y salieron victoriosos. Porque se divirtieron y ante todo y todos, la
pasaron bien. Ba, un poco más que bien.
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