Caras embarradas, pantalones y remeras
llenas de tierra, zapatillas rotas. Y en medio de la aridez, risas. Miradas
transparentes y sensibles que lo único que quieren es jugar. Panzas
inexperimentadas que buscan torta. Piernas con ansias de correr, manos que
desean pintar y mentes que anhelan escapar de lo cotidiano. Plegarias
y alabanzas que encuentran su lugar en medio de una tarde llena de compromiso,
solidaridad y alegría.
Felicitaciones
a los que en lugar de quejarse, se mueven, participan, arman ludotecas y
abrazan a los chicos de la villa. Que viva su esperanza, que canten su canción
a la luna y compartan su amor que sueña con una realidad que lejos de
calificarla como desesperante y triste, la toman como motivación para seguir
caminando, cambiando y mejorando las cosas. Como una luz en el fondo de ese
túnel oscuro y aparentemente sin salida, pero solo aparente, porque dicha
salida ciertamente existe, indica un camino a otras caras y otro mundo, en el
que hay lugar para la comida y el amor, las sonrisas y la vida. Y así como
quien no puede escribir sin música, ellos no pueden experimentar semejantes
vivencias sin expresarlas a terceros, ya que pasa a ser una necesidad vital
compartir el amor ya compartido y vivir
la generosidad ya vivida. Describir cómo esos ojos oscuros recobran vida, cómo esa tristeza se vuelve
risa y esa angustia se transforma en esperanza. Una esperanza que elige su
propio destino, que opta por la solidaridad y escapa de las drogas, agarra la paz
y suelta la violencia, se aferra al
paraíso y a los colores, y
decididamente, sale de la oscuridad. Y ahí entonces disfruta y baila.
Porque creen en un mundo mejor, porque vienen de abajo y saben qué se siente, porque no quieren lo mismo para sus hijos y sus nietos, porque sueñan con una vida donde la música exista, los libros los transporten a otras aventuras salvajes, donde las cosas que vemos en las películas como el hambre, la desnutrición, las muertes, las drogas como única salida, no sea ni siquiera posible. Donde acostarse con frío, despertar con frío y caminar con frío, sea algo utópico. Imposible. Pero caminar al fin, ante toda desesperanza caminar, ante todo indicio que incentive a lo contrario y todo gobierno que no te de otra salida, seguir caminando. Porque hay gente que les da una mano, porque hay gente que les muestra otra salida, porque hay gente que les sonríe y no solo les dice, sino que les demuestra que las cosas pueden cambiar. Para bien, para mejor, y así, experimentar tan solo un poquito de cielo en esta tierra árida y seca.
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