viernes, 23 de diciembre de 2016

Navidad

El mar era todo lo que hacía falta para llenar los agujeros del alma que venían desgarrándose poco a poco y sin delicadeza por el frío del invierno, y entonces se topa con los ojos que brillan como estrellas, su piel azul, sus ojos sagrados como un cáliz, sus manos blandas y el agua blanca que vuela a través de los años encontrando lo que nunca dejó de buscar: la calma del piano que suena entre los escombros mientras la historia ruge. La música brilla con las letras que escribiría días después, porque esta paz no es habitual: it has the magic in it, como diría aquel fotógrafo beat, bisexual, perseverante en una lucha interna y eterna; la de encontrarse a sí mismo. Pero baja la mirada del sol y descubre de vuelta la razón que no es más que su vocación: la de romperse, entregarse y regalarse por entero. Vos que mirás como nadie mira, desde otro espacio, otro plano tal vez. Todo se consuma en un instante de belleza, y eso hoy le da las fuerzas para creer que el arte tiene valor en sí mismo. Que el arte los va a salvar, por lo menos el alma, como si el alma fuera poco o nada o quién sabe, quizás sea todo. Tendrías que haber venido a verme, todavía hay tiempo. No somos tan viejos como para darnos por vencidos, y si lo fuéramos, quizás así y entonces seríamos libres. Recuerdo tus lágrimas de vidrio cuando dijiste que te dolía el mundo, tus ojos derramaban sangre cortándote la piel y no podías ver que detrás del vidrio había creación, belleza. Basta de angustias, al menos por hoy. Porque la ciudad brilla con las luces que cuelgan de los árboles, las columnas de los edificios históricos disfrazadas de princesas y príncipes hacen una reverencia para recibir a la Navidad que entra triunfante, elegante, bien vestida, con la frente en alto y el corazón lleno de todo. Los villancicos se escuchan desde lejos, vienen del mundo paralelo, vienen a calmar las almas desesperadas, vienen a acariciar a las mentes agotadas de soñar. Dos copas se rozan para brindar por el regalo de estar vivos, por los momentos que vendrán. La familia, los amigos, los recuerdos y todas esas cosas que por fantásticas, seducen a la fantasía y convierten a la realidad en algo casi imposible, poco verídico. Que el luchar por nuestros sueños se convierta en el motor para seguir caminando todos los días; que tus amigas sean tu mundo; que las lágrimas que duelen y cortan como vidrios nos haga entender que sólo nos queda empezar a subir; que el amor que das todos los días sea el sentido de tu existencia; que disfrutar de las cosas pequeñas sea el secreto de la felicidad; que preservar las ganas de vivir y de andar sea lo que nos mantiene jóvenes y vivos; que soñar como un niño nos salve de la tristeza; que abrazar a la familia nos salve de la desdicha; que compartir nos salve de la miseria y que sonreír, salve a una porción de mundo.
Sonriamos más.
Abracemos más.
Amemos más.
Porque al final, el amor que dejamos es lo que va a quedar.
Porque a pesar de esa angustia que muchas veces desgarra el alma, vale la pena vivir.
Feliz Navidad.


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