Gatsby se habría quedado corto
con sus fiestas, las estrellas en el cielo no alcanzarían, la luna no habría
brillado lo suficiente en comparación con tus ojos aquella noche. Tus besos
habrían sido pocos, tu mirada sombría, tus manos lúgubres, el mar quieto. La música
no habría inspirado a los poetas, el calor habría faltado, la lujuria sobrado,
la simpleza abrumado. Como tus ganas de bailar, esas que me seducen. En esa
noche que por tan perfecta fue imposible, en ese lugar que fue tan bello que fue
una mentira, en ese mundo que parecía imaginario, en esas playas desiertas
donde tu mano se posó sobre la mía para avisarme que estabas al lado mío,
mientras las ballenas nadaban lejos, sobre arcoíris brillantes cerca de la
línea perfecta del horizonte, donde una gaviota le avisó a otra que estaban
cerca de llegar a destino. A Willy Wonka le habrían faltado caramelos de
colores, a Tarantino le habría faltado sangre y sarcasmo, a Neruda rimas. A mis
abuelas les habría faltado cielo y a mí, amor. Pues dónde volveré a encontrar
semejante noche, en cuál de todos los mundos paralelos se encuentran esas horas
perdidas, en qué canción aparecen tus palabras, en qué vagón de qué tren estás vos
ahora, yendo a donde nadie va.
Cuándo se repetirá esa noche, de
todas las noches del mundo; tal vez jamás, y jamás será.
Nunca habrá de temblar el mundo
como tembló aquel día, nunca más volverán a sentir los animales de la tierra el
desnudo de los ríos, la sequedad del hielo, el silencio de la lluvia.
Permanecerá para siempre en el alma que compartimos, esa que canta cuando nos
ve juntos.
Y es inevitable empezar a pensar
que el amor que dibujan las películas no existe, que los actos de heroísmo que
describen los libros nunca ocurrieron, que la gente no muere por amor, sino por
la falta del mismo; que dos personas no se aman para siempre sino que se
pertenecen a lo lejos. Que tus ojos ya no brillarán como aquella noche, que tus
promesas se fueron con el humo que soplaban tus labios, que el amor que
profesabas era, en realidad, unas meras ganas de amar.
Volvamos a bailar a la luz de la
luna, volvamos a brillar como aquella noche sin bruma, volvamos a reír con furor
y locura, volvamos una vez más a vivir nuestra noche, pues ya ves que este amor
no tiene –y jamás tendrá- ninguna cura.
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