Y es que sin lo raro, todo en este mundo sería
tan estático. El mundo no se movería, no
giraría, no rotaría. Porque sin lo raro no existe lo diferente, sin lo diferente no hay novedad. Y sin
novedad, queridos, no hay nada. O sí. Claro que hay algo. Algo monótono,
aburrido, porque todo sería igual. Y si todo es igual, es cansador. Como las
flores. Todas rojas, todas rojas, todas rojas. Te cansaste. Pero no, porque
existen de infinitos colores e innumerables formas. Porque si no hay novedad, no
hay lugar para la rareza. Y ahí empieza ese círculo vicioso en el que no
conviene meterse tan a fondo porque a veces es mejor no mirar la realidad que
mirarla y aceptarla, y ver y darse cuenta de que no es como se creía que era: fácil,
simple, individualista. Porque todo abarca, concierna e implica mucho más, todo
se construye desde abajo, todo tenemos que construirlo nosotros. Pero se fue de
tema che, estábamos en que no conviene meterse a fondo en este tema. Pero hoy
quiero. Y lo voy a hacer. Mierda. Si todo y todos fueran igual, no hubiera
existido el rock nacional. Porque todo hubiese sido folk. Si no hubiese
existido el pensamiento entonces raro de crear la guitarra eléctrica, no
hubiese existido el rock n roll. Si no hubiese existido la poesía, no existiría
entonces Charly García. Si no existieran los sueños, la obra de Cortázar sería
pobre. Pero existen. Y eso demuestra nuestra rareza como seres, individuos,
como el conjunto de animalitos que somos y que soñamos. Porque cerramos los
ojos, y el inconsciente escapa, los pensamientos vuelan, las ideas más
ilusorias y los cuentos más exóticos se vienen a nuestra cabeza, y vivimos así
las experiencias más locas, las aventuras más heroicas. Porque si queremos,
todos somos héroes. Si queremos, podemos ser reyes, pobres, marcianos. Podemos ser
felices o desgraciados, podemos estar solos o acompañados. Y no lo logramos con
alguna droga, sino con nuestra mismísima naturaleza, gracias a nuestra
maravillosa condición de soñar. Y soñar a lo grande. Involuntariamente,
automáticamente. Y así como soñamos, pensamos. Algunos más, otros menos, otros evidentemente
nada –y sino lean el diario. Pero pensamos, y gracias a que somos libres,
podemos tomar distintos rumbos. Por qué ser todos iguales entonces, para qué
joder y seguir las huellas de los demás, a veces de los más idiotas. Pero siempre
a donde alguien va. ¿Por qué entonces siempre todo tan igual? Siempre todos tan iguales. La
superficialidad engreída que gobierna autocráticamente en cada uno de ellos.
Los maneja, los domina. Siempre todos tan iguales. Reina la frialdad. El amor es
una cárcel, los sentimientos son aire. Maldita vanidad triste. Siempre todos
tan iguales. La autenticidad está
dormida. Otras zapatillas no existen. Otros ideales tampoco. Otra música para
el boliche tampoco. Todo se trata de pertenecer. Ay sociedad, desligate. Que
sean ellos, todos locos. La cosa más bella. Fidelidad, códigos, lealtad,
inocencia… hasta los animales están más familiarizados con esos conceptos. Y sin embargo, los raros somos nosotros. Pero
los animales tienen los códigos. La posibilidad de ser distintos somos
nosotros. De ir por un lado y que tu amigo vaya por el otro, de elegir vestirte
de otra manera, de elegir ir en contra de lo que piensa el de al lado, de
luchar por lo que querés y pelear por lo que creés. A eso hoy se lo llama ser
raro, porque implica ser diferente, porque significa despegarse del resto,
alejarse un poquito, y que ese espacio y ese aire le permitan a uno soñar y
soñar más fuerte, volar y volar más lejos, cantar y cantar distinto.
lunes, 28 de mayo de 2012
domingo, 6 de mayo de 2012
"Everyone is making love or else expecting rain"
Reporter: What is your attitude toward your "finger-pointing" songs? He
implied that you thought they were just superficial.
Bob Dylan: No, it's not superficial, it's just motivated. Motivated.
Uncontrollable motivation. Which anyone can do, once they get
uncontrollably motivated.
No se trata de la humildad, de su verdad hecha
canción ni del racismo contra el que fervientemente peleó. Ya no son sus
anteojos negros ni su cigarrillo lo que lo hacen ser él. Lejos se trata de su
sombrero. Tampoco de su baja estatura ni de sus rulos. No es esa voz peculiar
ni el rechazo hacia los medios. Ya no se trata de la espalda que les muestra a
los periodistas y de la cara que le pone a la verdad, los débiles y los pobres.
Ya no son sus letras mundialmente reconocidas ni sus tantísimos ritmos. No son
esas metáforas que por tan ciertas tocan el cielo. Tampoco lo son sus náuseas
ante el materialismo y la hipocresía. No es el hecho de que haya cantado
después del discurso de Martin Luther King ni al mismísimo Papa. No lo fue y
nunca lo va a ser su conversión al cristianismo. No son sus gritos desesperados
que ruegan paz ni la impotencia que sale de sí frente a los maestros de la
guerra. No es la imagen que da “Resting in the fields, far from the turbulant
space, half asleep near the stars with a small dog leaking your face”. No son
los cientos de álbumes, miles de canciones y millones de artistas que inspiró.
No es que haya sido la culminación de una época ni que se trate de una de
las cien personas más influyentes del siglo xx. No son su armónica ni su
guitarra acústica. No se trata del blues
y el gospel que cantó, del folk que tarareó, del rock and roll que rugió ni del
jazz y swing que bailó. Música inglesa, escocesa e irlandesa. No es ese cambio
y distinción de cada canción en cada recital solamente porque ellas así lo
merezcan. Porque se cagó en el mundo, en las presunciones, en los prejuicios y
en todo lo establecido. Pero tampoco se trata de su autenticidad y el coraje de
ser lo que fue.
Más allá de sus letras
indescifrables. Dejemos de lado el hecho de que él solo vino a cantar pero sin
quererlo y sin creerlo cambió muchas mentes, transformó muchas almas y le dio color
y lágrimas a un mundo que tanto lo necesitaba.
Se trata de eso y de mucho más.
De todo eso, sí, pero fusionado, comprimido, tan exprimido que tanto jugo dio,
tan iluminado que tan ciegos nos dejó. Tan cierto que a muchos asustó y tan
poético que a tantos otros cautivó. Porque tan desesperado estaba que
desesperó. Y tanto para decir tuvo que gracias al Cielo y al piso, habló.
Gracias a todos y a todo, cantó.
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