Escribir con el corazón roto es más fácil, tal vez más noble. El significado radica en que se dejaron cosas de lado con tal de arriesgarlo todo por una causa mayor, esa que termina en el amor, no menos. No aquél que tantos profesan, sino ese que pocos se animan a proclamar, el que nos enamoró y me enamoró de vos. Porque no fueron tus ojos de mar, no tus manos blancas, no tu sonrisa inocente –o tal vez fue eso también, ahora que te veo sonreír de vuelta, mientras los pájaros de colores dan vueltas alrededor de tu cabeza, mientras los unicornios bailan alrededor de tus hombros, mientras el mundo que construimos es tanto mejor que el paralelo, el real, el frío. Fue todo eso lo que me ablandó el corazón (que más hacia el final te lo demostré) pero lo que realmente me sacó de mí misma, me revolcó y nunca más ha de meterse dentro de mío; fueron tus ganas de amar sin ataduras; el poco miedo en tus palabras; tu sentir exagerado pero real, tus lágrimas fáciles y enteras.
Quiero verte hoy, quiero verte ahora. Quiero que el mundo nuestro sea el real, quiero que tu romanticismo trascienda el aire, el océano, los mares. Y si me siguen dando a elegir, quiero que el mundo sea valiente y pasional. Miro el sol y río cuando me acuerdo de que hay alguien más romántico que yo, tan entregado al amor y a los gestos que el mismo arrastra consigo como la ola a un pez.
Y tu forma de ver la vida, bella como es, única, infinita como tus brazos, poco cínica, amable. “Siempre vas a sufrir con el amor” dijiste sincero, ya entregado frente al pronto adiós y con el corazón amalgamado por los recuerdos que te avasallaban.
Fuiste una inspiración para quienes queremos creer que la poesía puede hacerse realidad. Una luz en el túnel, una tarde de calor en pleno invierno, una caricia al cuerpo y una sonrisa para el alma. Guardo la flor que me regalaste cuando hundidos en una noche oscura de promesas y costumbres perdidas nos dimos un beso para conocernos más, y entonces apaciguaste la búsqueda de eso que no sabíamos que estábamos buscando.
Nos hacemos las preguntas a las respuestas que jamás vamos a encontrar, guardamos la esperanza de encontrarnos escondidos en el mar o empapados bajo la tormenta, disfrazados de nube, o postrados sobre el sol o sentados en una estrella; hasta que finalmente nos encontramos para volver a perdernos de vista. Como todo, comenzó para terminar, nos conocimos para recordarnos a lo lejos y buscar juntos el absurdo que se encuentra dentro de otro absurdo que rodea (o es) la vida. Encontrar el amor duele, y toparse con él sabiendo que hemos de perderlo, duele todavía más.
Pero no fue en vano todo lo vivido, hoy las estrellas cantan nuestros nombres. Dos almas que románticas pero mundanas le ganaron al resto de las probabilidades. Y por eso, los poetas se alegran y los locos brindan y vuelven a creer que un sueño puede sellarse y permanecer en la luna. Quieto, intacto, nuevo.